viernes, 13 de abril de 2018

En los zapatos de otro


Para de alguna forma poder comprender la desgracia ajena, hay que ponerse como se dice popularmente, “en los zapatos” de aquella persona. El secuestro a las tres personas del diario El Comercio que desempeñaban labores periodísticas en la zona de Mataje, Esmeraldas, presumiblemente por grupos armados, ha conmocionado al país entero. Suponiendo que uno de ellos fuera, alguien de nuestra familia; un padre, un hermano, o lo que sea; nos hace estremecer lo más profundo. Saber que la vida de cada uno de ellos pende de un hilo y no poder hacer prácticamente nada, derrumbaría a cualquiera por más fuerte que sea. En medio de un amargo estupor, creo que todos los ecuatorianos, hombres y mujeres, nos solidarizamos sinceramente con los familiares de estas personas, y esperamos a la brevedad un desenlace positivo.

Las famosas guerrillas izquierdistas de los años 70 del siglo pasado, que enarbolaron en su momento la bandera de la lucha contra la injusticia y la opresión, a estas alturas del siglo XXI, no son más que grupos delincuenciales entregados al narcotráfico y al crimen organizado, más aún los grupos disidentes de Colombia. Apoyar o ver de buen ojo a estos grupos irregulares por hoy, colinda con una demencial brutalidad. La hermana república del norte, ha tenido que soportar más de medio siglo de violencia organizada, sin poder pacificar en su totalidad su territorio. Ahora el cáncer de este flagelo, pretende permear la frontera norte de nuestro país, amenazando seriamente nuestra aceptable convivencia pacífica.

Los conflictos armados se bestializan, a medida que afectan a gente inocente, y este es el caso de nuestros compatriotas y de muchísimos otros alrededor del mundo, donde no cabe ni el perdón ni el olvido. El Presidente ecuatoriano, debe manejar con mucha sabiduría una situación tan delicada como esta, y todos nos sumamos al deseo de que Javier, Paúl y Efraín, regresen sanos y salvos a sus hogares lo más pronto posible.

Curaciones tradicionales

Más que todo en la vivencia de los pueblos originarios, se sigue hablando de la medicina tradicional, como una práctica, que de alguna forma sigue vigente, a pesar del avance de la medicina científica occidental. La práctica de la medicina tradicional está incluso reconocida dentro de la Constitución del Ecuador y se promueve su revitalización, como una alternativa curativa basada en conocimientos ancestrales. Antiguamente, cuando la medicina occidental no estaba tan avanzada y el acceso a un médico calificado era difícil y costoso, los métodos curativos con plantas medicinales, no solo estaba reservado a la población indígena, sino a la población en general.

Las plantas más utilizadas eran el floripondio, guanto o chamico, la ayahuasca, el jaborandi, la granada y la granadilla; el paico y el perejil como desparasitante, la retama para controlar las hemorragias, la sábila para curar numerosas enfermedades; la calahuala, el caballo chupa y la chuquiragua, para el hígado y riñones; la canela, el ishpingo, la guayusa, para combatir dolores estomacales. Las hojas de capulí para la artritis, dolores de cabeza y el cuello; el chulco para las verrugas; las hojas de tabaco con sebo para traumatismos; la verbena para combatir la fiebre; el frailejón como tonificante; la hierbabuena, la manzanilla y el orégano para los dolores estomacales; la zarzamora para combatir el cólera; las hojas de guayaba para la diarrea; el anís para los dolores estomacales; para la gripe infusión de hojas de eucalipto tierno, endulzado con panela; el sauco como antinflamatorio; la ortiga para depurar la sangre y mejorar la digestión.

Los “yachak”, ancianos especializados en curaciones, tienen grandes conocimientos sobre las plantas medicinales de todas las regiones geográficas del país, tomando en cuenta que el Ecuador alberga en su entorno natural, una variedad muy extensa de tipos y variedades. Además de los tratamientos al cuerpo físico con plantas, está el tratamiento a las dolencias, a la alteración del equilibrio corporal y espiritual, mediante rituales místicos.

Acontecimientos agrícolas


Aunque en la actualidad muchas de las familias de las comunidades más próximas a la ciudad de Otavalo, se dedican al comercio y a la elaboración de la artesanía, antiguamente la agricultura también era una actividad muy importante, más aún si un patriarca de un ayllu tenía un buen lote de tierras cultivables. Recuerdo de pequeño haber tenido la suerte de haber participado en este tipo acontecimiento; porque en verdad era todo un acontecimiento familiar. Haciendo un paréntesis al tema, hay que hacer notar que se suele traducir la palabra kichwa “ayllu”, como familia. Pero en realidad el significado varía un poco. En el concepto occidental, por lo general la familia está compuesto por el padre, la madre y sus hijos. En la cultura andina o kichwa, el ayllu no solo está compuesto por los padres y sus hijos, sino además por sus parientes más directos como padres, hermanos, nietos, hijos políticos, incluso primos.

Los acontecimientos agrícolas eran, donde todo el ayllu se reunía para participar en la minga familiar. La siembra, el aporque, la cosecha, la recogida y almacenamiento de las hojas secas de maíz, etc., constituían espacios para fortalecer el nexo del ayllu y para socializar. Recuerdo que nos reuníamos muy temprano previa convocatoria verbal, para comenzar con la jornada. La hora del almuerzo era el momento más divertido, porque a más de degustar la comida tradicional, como mote, papas, tostado, chicha de jora, sambo con leche, entre otros alimentos; se aprovechaba para conversar sobre diferentes acontecimientos y reír en familia. Fueron otros tiempos en que el esfuerzo físico en el trabajo no era subestimado como podría ocurrir ahora. En la actualidad las cosas han cambiado y mucha gente ha obviado la actividad agrícola que denote mucho esfuerzo físico. En algunas comunidades kichwas netamente agrícolas, este tipo de acontecimientos todavía persiste y es parte fundamental de la vida social de un ayllu, que sería la “familia extendida”.