miércoles, 30 de agosto de 2017

Violencia y derecho internacional

Es cierto que cuando se produce algún atentado terrorista en Europa o Estados Unidos, la noticia y los sentimientos de repudio y solidaridad con las víctimas, trasciende muchísimo más rápido en occidente, que las matanzas y la barbarie que se produce en la guerra de Siria, en el Oriente Medio. Esto puede ser explicado por la cercanía de los escenarios de terror y el vínculo de los medios occidentales con el sentir de sus respectivos países, como también con la cruzada de occidente. Pero estas situaciones jamás, ni remotamente nos deberían inclinar a justificar esta clase actos abominables; con mucha más razón todavía, si va en contra de personas inofensivas e inocentes, tal como ocurrió hace poco en la ciudad española de Barcelona.

Lo de Siria realmente es trágico, y a lado de otros acontecimientos suscitados desde la Segunda Guerra Mundial, como la Guerra de Vietnam, la matanza fratricida y desquiciada de Camboya, el genocidio de Ruanda, la masacre genocida en los Balcanes, la Guerra del Golfo, la catástrofe humanitaria se Somalia, entre otros; constituye una vergüenza para la humanidad. Más allá del principio de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, debería prevalecer como una normativa supranacional, la vigencia plena de los derechos humanos, para que en ningún rincón del mundo, sea pisoteada la dignidad humana. Las ideas altruista del expresidente ecuatoriano Jaime Roldós Aguilera, sobre los derechos humanos, recogidas en la llamada Carta de Conducta, establece el principio de que en la región no puede invocarse la soberanía para justificar violaciones a los derechos humanos, y esto se debería aplicarse a escala universal. Obviamente que en la geopolítica están las potencias hegemónicas como buitres al acecho y hay que tener cuidado de sus tentáculos. Es necesario que la institucionalidad de la ONU, evolucione hacia una potestad de plena vinculación para los estados del mundo, donde prime la plena vigencia de los derechos humanos, con una clara agenda en donde prevalezca también un programa de desarme mundial, el respeto al medio ambiente y la reducción drástica de la brecha entre pobres y ricos. Como cualquier pueblito, nuestra aldea global sí necesita de un policía.

sábado, 19 de agosto de 2017

Acciones inefectivas

Para nadie es desconocido que los accidentes de tránsito se han incrementado en los últimos años y que las vías del país están teñidas de sangre y dolor. Absolutamente nadie está seguro y las cifras publicadas enfunden terror y temor. Obviamente que las autoridades de control tienen un índice alto de responsabilidad frente a estos hechos, básicamente porque no han podido establecer una política efectiva que logre estabilizar o en el mejor de los casos disminuir drásticamente estos índices de siniestralidad. De acuerdo con una información de la Agencia Nacional de Tránsito (ATN), “el 50, 09% de los accidentes se produce por impericia o imprudencia del conductor, el 13,2% por irrespeto a las normas de tránsito, el 12,31% por exceso de velocidad, el 9,73% por embriaguez, el 7,69% por condiciones extremas sin determinar y el 6,99% por imprudencia de otros involucrados.

Hace poco se firmó un Pacto Nacional de Seguridad Vial, entre los representantes de los transportistas, de la sociedad civil y del Gobierno Nacional, justamente para trabajar en un plan de acción que disminuya la siniestralidad en el país. Ninguna acción tendrá los resultados esperados si no se toma el problema con la seriedad requerida y la apuesta en una acción integral. Erróneamente pensaron nuestros “honorables” asambleístas que con sanciones más drásticas y la distribución de competencias se lograría mitigar los problemas de movilidad y transportación en el país. En esto seguiremos enfáticos en señalar que se necesita una capacitación vial permanente, control y más control. No sé a quién se le ocurrió esto de la creación de los Agentes Civiles de Tránsito, que me parece un despilfarro de recursos y aumento de una burocracia inoperante. Por otro lado he visto a señoritas policías recién graduadas, que más se dedican a pasear entre compañeras y hablar por teléfono, que a efectuar algún tipo de control; muy necesarios en carreteras, intersecciones, semáforos, salida de escuelas, pasos cebras, parada de buses, etc. Las autoridades de tránsito deben estar ahí, para educar, controlar y sancionar.  


viernes, 11 de agosto de 2017

Corrupción

Una de las definiciones de corrupción del diccionario de la Real Academia Española, dice: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones o medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.” El común de los mortales, con razón, al escuchar este término lo asocia inmediatamente con el robo de fondos públicos. Lamentablemente en el quehacer político y en las funciones públicas, siempre ha estado incrustada la podredumbre de la corrupción. Este flagelo de la humanidad está directamente relacionado a la resistencia a regirse por los valores morales y éticos, que se han establecido como costumbre y mecanismo de convivencia, para normar de alguna forma la ambición que es parte de la condición del ser humano.


Aunque el tema de la corrupción siempre estuvo presente en los ámbitos políticos de la región, los escándalos que se han suscitado a nivel de Latinoamérica en los últimos tiempos, rebasan toda medida; más aún cuando el tema involucra a gobiernos llamado progresistas y de izquierda, a los que sus electores brindó confianza con la esperanza de que marquen diferencia de la tradicional clase política e inauguren la pulcritud en el manejo de las arcas públicas, en beneficio de las grandes mayorías. Atrás quedaron en el fango frases como: “manos limpias y mentes lúcidas”, “todo para la patria, nada para nosotros”, “la espada de Bolívar que recorre América Latina” o “vamos a inaugurar la decencia”. Lamentable, denigrante. Dos cosas se necesitan para establecer la honestidad en un país: La educación que involucra nuestra responsabilidad como padres de familia, como también del sistema educativo, por un lado; por otro, la consolidación de instituciones democráticas fuertes e independientes, como el Poder Judicial. A esto se le podría añadir la libertad de expresión. La lucha contra la corrupción debe ser una cruzada mundial en la que nos involucremos todos, aquí en el Ecuador debería ser un tema de unidad nacional, más allá de las absurdas pasiones políticas que enceguecen el sano juicio.

viernes, 4 de agosto de 2017

Despropósito chavista

Aunque el Gobierno Nacional por medio de su cancillería, de manera inexplicable, todavía dé su voto de confianza al gobierno de Nicolás Maduro, el ciudadano común con una mínima capacidad reflexiva, no puede hacerse el loco y pretender desentenderse de lo que sucede en la hermana República Bolivariana de Venezuela. Es evidente que en el país de Bolívar se ha roto el sistema constitucional desde hace ya tiempo, y que la demencial dirigencia política del Partido Socialista Unido de Venezuela, representado en las toscas personalidades de Maduro y Diosdado Cabello, empujan al país con uñas y dientes hacia el borde del precipicio y una eventual guerra civil. A más de politizar las fuerzas armadas, el chavismo armó a 170 000 civiles que solo responden a los designios del fanatismo partidista; esto se ha convertido en el gran coraza inexpugnable de un sinsentido poder incrustado como un parásito en la vida de los venezolanos.

Frente al llamado y la eventual consecución de una asamblea constitucional, que por sus características nació muerta, y el nuevo encarcelamiento a sus opositores, la impavidez del mundo frente a la situación, comienza a desintegrarse para una condena sin vacilaciones al gobierno dictatorial de Maduro. Mientras esto sucede miles de venezolanos en un drama sin precedentes, abandonan en avalancha su país querido. También a Otavalo, han regresado parientes kichwas que hicieron su vida misma en Venezuela y tienen que comenzar nuevamente de cero, en una realidad diferente. No queda otra, la respuesta internacional debe ser contundente, para restituir la democracia en este país hermano; más aún el chavismo deberá responder ante la justicia, por sus evidentes actos de corrupción denunciados por la oposición. A veces se fanfarronea al decir que no nos interesa para nada la política, y que mientras vivamos de nuestro trabajo, no nos afectará. Esto es falso, guste o no nos guste, estamos supeditados a las decisiones y acciones de estas y estos “ilustres” ciudadanos políticos.