viernes, 19 de mayo de 2017

La lactosa y los genes

Aunque en Wikipedia se señale que una gran parte de las personas que creen tener intolerancia  a la lactosa, no presentan en realidad malabsorción de la lactosa, sino que sus síntomas gastrointestinales se deben a la presencia de enfermedades no diagnosticadas que afectan al intestino delgado; investigaciones muy serias demuestran que esta intolerancia del sistema digestivo se relaciona de manera preponderante a la genética de las personas. ¿Pero qué es la lactosa? No es nada más que un compuesto natural de la leche, al que se lo conoce también como el azúcar de la leche. Estudios señalan que solo el 3 al 5% de los europeos presentan intolerancia a la lactosa, mientras que del 40 al 60% de la población latinoamericana es intolerante a este compuesto lácteo, y en varios países de Asia y África esta cifra llega al 50%.

Estudios concluyen también que esta enfermedad, si es que se lo puede llamar así, se relaciona al grupo genético de una persona. En nuestro caso, tomando en cuenta a los tres grupos importantes en el país: europeos, amerindios y afros, cabe señalar que la población indígena es la menos tolerante, ya que la leche nunca fue parte de su dieta ancestral, sino más bien fue introducida por los españoles. Por lo que las personas que tienen más porcentaje de genes indígenas, tienen más probabilidad de malabsorción de la lactosa. El estudio sugiere que el 70% de la población ecuatoriana tiene algún grado de intolerancia a la lactosa. Ventajosa y lógicamente se puede suplir este alimento con otros productos como el brócoli, chocho, hígado, huevos, frutas y otros que remplacen a la leche.


Apartándonos un poco del asunto biológico, esto pone una clara evidencia de que nuestro país tiene una población preponderantemente indígena, aunque los prejuicios y el racismo histórico traten de negarlo u ocultarlo. Aunque los censos oficiales fijen porcentajes ridículos a lo indígena, como con un 7% de la población total. “No se podrá tapar el sol con un dedo”.

viernes, 12 de mayo de 2017

Venezuela: La evolución del molotov

   Foto: elnuevoherald.com

No se podría decir que exactamente es una democracia, cuando el pueblo responde electoralmente, bajo el engaño o la amenaza; o más aún, cuando el poder esté maquiavélicamente secuestrado por una élite política, sin importar sus motivaciones o sus cánticos ideológicos. Es lo que sucede en Venezuela, país que en su antaño se llenaba de gloria, por ser la cuna del Libertador Simón Bolívar y del gran Antonio José de Sucre; nación hermana que hace unas cuatro décadas se constituía en el dorado de Sudamérica, por su privilegiada situación geográfica y petrolífera. Ecuatorianos, peruanos y gentes de diversas naciones se encaminaban hacia el “sueño venezolano”, en la búsqueda de mejores días para sus familias. Cuna de las más bellas mujeres del mundo, de las únicas telenovelas que competían con las mexicanas, de los más famosos cantantes y grupos musicales de Iberoamérica, de la arepa y el joropo. Con una de las mayores reservas de petróleo en el mundo, Venezuela bien pudo ser una potencia hegemónica a nivel de Latinoamérica, si la clase política hubiese trabajado con un proyecto de desarrollo sostenible a largo plazo; pero esto lamentablemente no sucedió.

El Socialismo del Siglo XXI chavista, ha permitido que un tal Nicolás Maduro, uno de los hombres más incompetentes para gobernar un país, lleve a Venezuela a estas alturas de la Revolución Bolivariana, hasta el fondo del abismo. Venezuela por hoy es uno de los países más inseguros del mundo, con una inflación prevista del 720% para este año, una élite política enfrascada en actos de corrupción y el narcotráfico, una crisis humanitaria declarada y un sistema institucional que por cualquier lado apesta a una dictadura militarizada. Las víctimas mortales de los últimos enfrentamientos, entre manifestantes y la Guardia Nacional Bolivariana, ya suman 39 y centenas de heridos. La oposición en pleno plan de lucha social, no escatima en cuanto a ingenio, esta vez se enfrentan a los gases lacrimógenos de la Guardia Nacional, con “pupotov”, una especie “molotov” pero hecho con excremento. ¿Será que al fuego se lo elimina con fuego, como dicen?

domingo, 7 de mayo de 2017

El regreso del ‘loco’

La mayoría de jóvenes ecuatorianos menores de 30 años, poco o nada recordarán del pintoresco personaje de la política ecuatoriana de fines del siglo pasado, llamado Abdalá Bucarán Ortiz, de ascendencia libanesa; quien fue presidente del Ecuador por un breve periodo comprendido, entre agosto de 1996 y febrero del siguiente año, cuando el Congreso Nacional, actualmente Asamblea Nacional, lo destituyó argumentando “incapacidad mental para gobernar”. El ascenso de “El loco que ama” al poder en el Ecuador, fue el resultado de la máxima expresión del populismo desde los tiempos de Velasco Ibarra; al que el electorado ecuatoriano siempre ha tenido una clara debilidad. El corto gobierno de Bucaram fue calamitoso y escandaloso de proporciones internacionales, donde relucían varios casos de corrupción. Fue él precisamente quien inauguró el show en la tarima política, con presentaciones, cánticos y bailes un tanto extravagantes para la primera autoridad del país. Parece que esto de los payasitos, el berrinche, la demagogia pura y cruda en escenario, le sigue todavía gustando un poco a las masas.

Bucaram regresará después de haber permanecido 20 años en Panamá, en calidad de exiliado, una vez que la Corte Nacional de Justicia declaró prescritos los juicios que pesaban en su contra, por los casos de Gastos Reservados y Mochila Escolar. El regreso como lo hizo una vez, será espectacular, en helicóptero ante una gran concentración prevista para el 17 de junio, en el suburbio de Guayaquil, con un claro mensaje de que regresa con aspiraciones políticas, tal como ya lo confirmó su hijo “Dalo” Bucaram, en una entrevista televisiva. Aunque no dudo de la cobertura y la afluencia de personas a dicho evento político, a sabiendas de que los ecuatorianos tienen una preferencia especial por los caudillos populistas, dudo que Bucaram padre, pueda nuevamente pisar fuerte entre el electorado ecuatoriano que es joven en su esencia. Es de sapiencia popular que las cosas buenas de antaño, por más que se quiera, no se pueden volver a repetirlas en los mismos términos.