lunes, 25 de febrero de 2013

¿Por qué ganó Rafael Correa?

Sabíamos del triunfo del candidato presidente Rafael Correa, pero no sabíamos del triunfo abrumador que iba a obtener en las pasadas elecciones, una sorpresa que merece más de una explicación. Primero: el oficialismo triunfó porque en el electorado se percibe que las cosas positivas del gobierno, pesan más que las cosas negativas. Segundo: el oficialismo a más de contar con los medios llamados públicos, acaparó totalmente los espacios en los medios masivos de comunicación durante la campaña política, tal como lo demuestra un estudio de Participación Ciudadana. Tercero: el hecho de estar en el poder facilita conseguir ingentes cantidades de recursos logísticos y económicos, para una campaña política exitosa; a esto se sumaría el manejo acertado del marketing político. Cuarto: el gobierno subió el Bono de Desarrollo Humano en un momento propicio, a cerca de 2 millones de ecuatorianos; suficiente con multiplicar solo por dos votos, para ganar la presidencia. Quinto: la oposición quedó un tanto inmovilizada con el control electoral ejercido por el CNE, afín al gobierno. Sexto: la fragmentación de una oposición sin propuestas convincentes y la falta de una comunicación efectiva con el electorado; entre otras.

Si bien ganó la reelección el Presidente Correa, hay que recordarle que de todo el electorado, aproximadamente la mitad de los ecuatorianos no votaron por él, es un dato que deberían recordar a la hora de tomar en cuenta la participación de otros sectores políticos y sociales. Pero así es el juego democrático, respetable y perfectible. Como demócratas no nos queda más que reconocer su triunfo, felicitarlo y desearle éxitos por el bien de todos los ecuatorianos y ecuatorianas. El nuestro es una democracia en construcción, por lo que exigimos al gobierno, mayor justicia y una participación ciudadana real; respetando la institucionalidad democrática, la división de poderes, la alternabilidad, y las libertades fundamentales, como seres humanos y ciudadanos.

viernes, 15 de febrero de 2013

Violencia y democracia

El compromiso con las libertades y la democracia, debe primar sobre cualquiera de las intenciones que tenga un gobernante. Paralelamente el fortalecimiento de las políticas públicas destinadas a los sectores sociales más vulnerables del país, debe ser irrenunciable. En términos más sencillos, nadie puede ser sojuzgado ni en su integridad física ni espiritual, y tampoco nadie debe padecer de hambre o desnutrición. Es la mínima exigencia que haría cualquier ciudadano o ciudadana de cualquier país del mundo. La contravención a estas mínimas exigencias, de hecho generaría conflictos y hasta violencia de grueso calibre.

El 6,2 % de nuestros niños padecen de desnutrición, en Chile solo  el 0,5%, para hacer una comparación. A nivel regional nuestro país ocupa el primer lugar en desnutrición infantil según la organización Mundial de la Salud. Por otro lado se evidencia que la violencia verbal genera violencia física. Un país violento y corrupto es un país inseguro. El cumplimiento de la ley y la buena postura deben ser ejemplificadas desde arriba, desde los estamentos más altos del poder; si esto no sucede, no nos debería sorprender que los índices de criminalidad hayan crecido considerablemente en los últimos años.

Ecuador ya no es aquella “isla de paz”. Al igual que en otros países latinoamericanos se hace difícil encontrar aquella fórmula eficaz que ponga un freno a la criminalidad, que incluso pone en serios riesgos la misma existencia del Estado, como en el caso mejicano. La seguridad física y la seguridad jurídica, deberían ser sacralizadas como una norma básica para alcanzar cualquier tipo de desarrollo.

Es sobre esta amplia base: democracia que implique respeto, la asistencia social, y la seguridad física como jurídica, donde se debe aplicar el cultivo de un buen sistema educativo e investigativo; como también el respeto y el impulso a las iniciativas emprendedoras asociativas y privadas, que complementarían la construcción de un Ecuador próspero y pacífico. Por el bien de todos, deseamos éxitos al futuro gobernante de nuestro país.

viernes, 8 de febrero de 2013

Mala práctica productiva

En la concesionaria Chevrolet de Imbabura se han agotado los vehículos; ese fue el comentario de un trabajador de dicha empresa. En el mes de febrero particularmente es bien sabido que se disparan las ventas de vehículos en la provincia, la razón: el regreso de los kichwas otavalos a su tierra, a las celebraciones del Carnaval y el Pawkar Raymi. Es importante señalar que los mindalaes otavalos, inyectan y mueven un importante capital en la provincia de Imbabura.

Pero estos recursos económicos logrados a base de innumerables sacrificios en el exterior, no son reinvertidos adecuadamente, sino más bien destinados básicamente a la compra de propiedades, vehículos y bienes suntuarios. Esto es un problema muy serio, si es que se lo analiza adecuadamente. Son millones de dólares mal invertidos que potencialmente podrían reactivar el precario aparato productivo local, que se sostiene a medias, gracias a la persistencia de los artesanos otavaleños, que están a punto de colapsar económicamente. Alguien podría preguntarse ¿Cómo es eso de que hay dinero y no hay dinero? La respuesta es fácil: hay dinero mal invertido que se disipa rápidamente.

Es increíble notar que en la mayoría de los casos, los artesanos otavaleños no han podido renovar sus vetustas maquinarias, ni tampoco diversificar sus diseños y sus productos. ¿Quiénes son los responsables de este estancamiento? Pues todos, ustedes, nosotros; los dirigentes que no han podido conciliar programas de actualización productiva con los diferentes estamentos gubernamentales; pero básicamente las autoridades, pues son ellas quienes manejan recursos y fijan las llamadas políticas públicas. Más allá de la creación de una burocracia rimbombante destinada a la productividad, los artesanos necesitan aprender, experimentar, comprobar, iniciar y emprender; a la luz de un asesoramiento vinculante y la dotación oportuna de recursos. Difícil que en estos tiempos de efervescencia revolucionaria, alguien regrese a mirar nuestra malhadada productividad.

viernes, 1 de febrero de 2013

Comunidad kichwa urbana

Reconocemos que por heredad histórica el vasto espacio geográfico Imbaya, sean estos rurales o urbanos son territorios kichwas, por hoy formalizados como parte del territorio ecuatoriano. Pero la territorialidad más que un espacio insípido, se nutre y se complementa con la vivencia de un colectivo en particular, y es así que hoy se habla de territorios indígenas, espacios geográficos sean estos comunitarios o particulares, donde se desarrolla la vida comunitaria según sus tradiciones y cultura. Hablar hoy de comunidad kichwa urbana, sorprende a más de uno, por la lógica colonialista que a raíz de la conquista española formateó la convivencia entre conquistadores y conquistados: ciudades para los “blancos”, campo para los indios. Romper esta lógica media milenaria no es tan sencillo.

El caso de la ciudad de Otavalo rompe estereotipos y se perfila como un hecho inédito en cuanto a la conformación de una comunidad kichwa urbana. Hace 50 años o menos, el “indio” otavaleño no podía caminar por las veredas de las calles, pues estas eran de uso exclusivo de los blanco-mestizos residentes de la ciudad; pero esta realidad ha cambiado hasta el punto de reconocer a Otavalo como la ciudad intercultural del Ecuador. Más allá del predominio kichwa en la urbe, hoy podemos hablar de una comunidad kichwa urbana. La ciudad ha sido prácticamente tomada por los indígenas no solo con la adquisición de propiedades, sino con la creación y la recreación de nuestra vivencia comunitaria dentro de la ciudad; sino ¿Cómo explicar los “ñawi mayllay” que se realizan en la ciudad?, o ¿el inti raymi de junio que se vive más intensamente que en las comunidades rurales?, o ¿los “kukawis” que se reparten en sus fiestas?, o ¿la solidaria vida social?, o ¿el dulce kichwa que retumba en sus calles? ¿Si esto no es una convivencia comunitaria, por favor díganme qué es?

Plaza central de Urcuquí - Imbabura