miércoles, 30 de marzo de 2016

Develando la conquista


A más de la guerra bacteriológica no declarada, la América nativa precolombina sucumbió rápidamente ante el invasor europeo, básicamente por dos aspectos; uno, por la frágil estructura de la dirigencia política de los diferentes estados, pueblos o imperios que habían florecido hasta entonces; y dos, a la innegable y enconosa división de los nativoamericanos.

La historia oficial se fundamentó con mucho sesgo, en las Crónicas de Indias, documentos redactados por gente letrada que por encargo de la corona, debían registrar por escrito, desde un interés y una concepción totalmente europea, acontecimientos importantes de la conquista del nuevo mundo, en este caso por encargo de los reyes de España. Es así cómo podríamos interpretar la “gran hazaña” de un puñado de hombres, liderados por Francisco Pizarro, que después de su llegada en 1532, en un corto tiempo, puso a su merced a un imperio de millones de habitantes, el de los incas.

Después de que Pizarro descabezara el Tahuantinsuyo, con la consumación del asesinato del inca Atahualpa, ¿pudo efectivamente el ejército nativo reaccionar en contra de los invasores? Lógicamente que sí, a pesar de todo el ejército inca, era un cuerpo militar experimentado, gracias a las recientes guerras internas. Restos arqueológicos encontrados cerca de Lima en Puruchuco, y puesto a un estudio minucioso concluye que efectivamente el ejército imperial pudo reaccionar en 1536, tanto en Cusco como en Lima. Pero el Tahuantinsuyo ya estaba desmoronándose para la suerte de los recién llegados; muchos pueblos estaban cansados de la dominación inca.

Esta situación política fue hábilmente aprovechada por Pizarro, quien logró rápidamente concretar alianzas con vastos pueblos contrarios a los incas. Es así que los españoles apoyados por una caballería arrolladora y un ejército nativo, pudieron vencer a los incas, o lo que quedaba de ellos.  

jueves, 24 de marzo de 2016

La muerte de la izquierda


Los postulados y el discurso de la izquierda se resumen en la lucha contra la opresión y la redención de los oprimidos. La izquierda es heroica y altiva, mientras se remita al fogoso discurso de masas, a las trincheras urbanas de la lucha social, al relleno ideológico de sindicatos y campesinos, a la pluma de aclamados intelectuales. Se ha descubierto y se ha comprobado, de que la izquierda no es compatible con el poder. Cómo entender una izquierda que maquina una serie de artilugios para desprestigiar, dividir y acabar con los sindicatos de trabajadores, de campesinos, de organizaciones indígenas. ¿Cómo entender una izquierda que trata de despedazar a las entidades llamadas a prevalecer, la vigencia de los Derechos Humanos?  ¿Cómo comprender una izquierda de sueldos exorbitantes, de autos importados de lujo, de vajillas doradas, de amplios pasillos de mansiones, de ropa fina de marcas americanas? ¿Cómo poder concebir una izquierda que pretende instaurar el corporativismo en el poder político, para implantar dogmas que nadie sabe a ciencia cierta, cuándo o cómo fueron reveladas a sus ungidos? Una izquierda que construye su propio Olimpo en las nubes, para desde ahí poder gobernar a sus anchas.

 En el momento en que la izquierda capta el poder político, muere; o así lo sugieren, las múltiples experiencias alrededor del mundo y las muy cercanas que empiezan a colapsar en medio de la podredumbre que significa la corrupción. ¿Será mentira la lista de los nuevos ricos de nuestro país? ¿Será un invento los millones y millones de la expresidenta de Argentina, o de la parentela del fallecido líder venezolano? ¿Será un gigantesco circo tramado por algún bufón, que se las funge de juez en el gran Brasil?

El mítico Che Guevara, fue el primero en darse cuenta de esto, por eso prefirió escaparse de Cuba, para empuñar su fusil en la espesa selva centroafricana. Quizá la derecha con su pragmatismo egoísta, sea más honesta y sincera.

viernes, 18 de marzo de 2016

Vendedores ambulantes

Dada la regular situación económica de los países latinoamericanos, ha sido recurrente en las ciudades, el problema de los vendedores ambulantes e informales; por lo que es también permanente, la necesidad de proponer algunas alternativas. Es fácil desde la óptica de los microcomerciantes, invocar su derecho a trabajar, bajo el argumento de que está en riesgo la subsistencia de su familia. Se ha visto también en el pasado, que autoridades, en este caso los alcaldes, son proclives a caer en el populismo facilista, de ceder ante los requerimientos de estos comerciantes.

Pruebas de lo que puede suceder, sobran; algunos recordarán cómo era el sector conocido como el mercado Ipiales, en la parte céntrica de la ciudad de Quito; ejemplos más cercanos serían por ejemplo, alguna calle adyacente al mercado de Ibarra, o un tramo de las calles Modesto Jaramillo y la Juan Montalvo, continuo al mercado de Otavalo. No se puede concebir y no se puede permitir que las calles, plazas, parques y otros espacios públicos, se conviertan en paraíso de mercachifles; para eso se debe definir espacios adecuados, tendientes naturalmente al comercio formal.

Molesta enormemente y con razón, que los vendedores se vayan adueñando de estos espacios, ante la impotencia ciudadana; mirar que nuestros niños, adultos y mayores, tengan que caminar, no por la vereda peatonal, sino por la calle toreando a los vehículos propios de choferes irrespetuosos.

Todos necesitamos trabajar; eso es correcto, pero bajo ciertas normas de convivencia básicas, si no reinaría el caos y la anarquía, con ello la ilegalidad y la delincuencia; así se van perdiendo las ciudades, y recuperarla es sumamente difícil. Esperamos que en esta ocasión, no se repita lo mismo en los nuevos mercados de Otavalo e Ibarra. El orden, el aseo y la belleza de una ciudad, influye innegablemente en su estatus turístico. Supongo que esto, ya lo saben nuestros alcaldes.


jueves, 17 de marzo de 2016

Por fin una obra


Comunidad kichwa de Agato

Hace más de siete décadas que varios kichwas de las comunidades otavaleñas de Quinchuquí, Agato y Peguche, comenzaron a establecerse definitivamente en las ciudades de Ibarra, Otavalo, Cotacachi e incluso en urbes más alejadas dentro y fuera del país. Una de las razones principales de este éxodo, fue la de buscar nuevas fuentes de subsistencia económica, ligadas al comercio y a la artesanía, en otras palabras se buscaba el desarrollo o mejores condiciones de vida. Estas comunidades indígenas al igual que otras adyacentes a la ciudad de Otavalo, han contribuido enormemente al desarrollo económico del cantón y la provincia, sin haber sido retribuidos con justicia, por parte del Estado y de gobiernos locales, tal como se merecían; para muestra rememoremos por ejemplo, el tortuguismo en la ejecución del proyecto de agua Pesillo Imbabura.

Hace unos pocos años, alarmado por la situación intransitable de las carreteras que colindan estas comunidades, desde este espacio, hacía un llamado a las autoridades correspondientes, para que se compadezcan de esta realidad. Con gran satisfacción debo comunicarles, que por hoy la Prefectura está a punto de culminar con el adoquinado de la vía que une, Ilumán con el sector de Chilcapamba en la laguna de San Pablo. Esto lógicamente permitirá mejorar las condiciones de vida de miles de familias de esta región. Personalmente considero que carreteras y medios de comunicación, son las bases del desarrollo.

El concepto de desarrollo es ambiguo y relativo; tiene diferentes interpretaciones, según diferentes conceptos de la vida; para muchos centrados en formas de vida ancestrales, la tecnología, el cemento, el adoquín, no pueden representar justamente un desarrollo acorde a sus exigencias, pero las diferentes interpretaciones del desarrollo convergen en dos cosas: satisfacción y mejor calidad de vida.

domingo, 6 de marzo de 2016

A mal tiempo, buena cara

Al contrario de lo que muchos pensarán, estos últimos años de bonanza petrolera, con sus miles de millones de dólares inyectados desde el Estado, hacia la sociedad en general, irónicamente para muchos de nosotros, fue una época difícil en términos económicos. Muchos artesanos otavaleños hemos tenido que enfrentar, por ejemplo, el declive de importantes mercados ubicados fuera de las fronteras nacionales, la reducción drástica de turistas en el Valle del Amanecer, la internacionalización de los precios de las materias primas por la dolarización, la competencia desleal de ciertos coterráneos con capitales “sospechosos”, la estandarización de las exigencias tributarias y laborales, entre otras contrariedades.

“A mal tiempo buena cara” reza el dicho popular, en tal virtud es necesario mirar con optimismo el porvenir; por un lado Ecuador cuenta con una importante red vial en óptimas condiciones, muchas vías rurales han sido mejoradas, se construyen importantes centrales hidroeléctricas, entre otros logros; por otro lado, se prevé un cambio de época política, que obligatoriamente tendrá que ser distinta al modelo que está apunto de fenecer. Quien asuma la jefatura del Gobierno Nacional, deberá expulsar sus demonios interiores y darse un baño helado de pragmatismo económico y político en función de país. Es necesario también reconciliarse con la inversión privada, para poner en marcha el aparato productivo del país. Es necesario un trabajo arduo en el tema de la competitividad y abrirse hacia los mercados internacionales, sin renunciar a una clara conciencia de soberanía nacional. Aunque para esto será necesaria una reestructuración jurídica, que propicie el emprendimiento, el trabajo, la innovación, sin mayores altibajos. El pasado se esfumó, pero el futuro aún lo podemos atrapar.