viernes, 18 de marzo de 2016

Vendedores ambulantes

Dada la regular situación económica de los países latinoamericanos, ha sido recurrente en las ciudades, el problema de los vendedores ambulantes e informales; por lo que es también permanente, la necesidad de proponer algunas alternativas. Es fácil desde la óptica de los microcomerciantes, invocar su derecho a trabajar, bajo el argumento de que está en riesgo la subsistencia de su familia. Se ha visto también en el pasado, que autoridades, en este caso los alcaldes, son proclives a caer en el populismo facilista, de ceder ante los requerimientos de estos comerciantes.

Pruebas de lo que puede suceder, sobran; algunos recordarán cómo era el sector conocido como el mercado Ipiales, en la parte céntrica de la ciudad de Quito; ejemplos más cercanos serían por ejemplo, alguna calle adyacente al mercado de Ibarra, o un tramo de las calles Modesto Jaramillo y la Juan Montalvo, continuo al mercado de Otavalo. No se puede concebir y no se puede permitir que las calles, plazas, parques y otros espacios públicos, se conviertan en paraíso de mercachifles; para eso se debe definir espacios adecuados, tendientes naturalmente al comercio formal.

Molesta enormemente y con razón, que los vendedores se vayan adueñando de estos espacios, ante la impotencia ciudadana; mirar que nuestros niños, adultos y mayores, tengan que caminar, no por la vereda peatonal, sino por la calle toreando a los vehículos propios de choferes irrespetuosos.

Todos necesitamos trabajar; eso es correcto, pero bajo ciertas normas de convivencia básicas, si no reinaría el caos y la anarquía, con ello la ilegalidad y la delincuencia; así se van perdiendo las ciudades, y recuperarla es sumamente difícil. Esperamos que en esta ocasión, no se repita lo mismo en los nuevos mercados de Otavalo e Ibarra. El orden, el aseo y la belleza de una ciudad, influye innegablemente en su estatus turístico. Supongo que esto, ya lo saben nuestros alcaldes.


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