Para de alguna forma poder comprender la
desgracia ajena, hay que ponerse como se dice popularmente, “en los zapatos” de
aquella persona. El secuestro a las tres personas del diario El Comercio que
desempeñaban labores periodísticas en la zona de Mataje, Esmeraldas, presumiblemente
por grupos armados, ha conmocionado al país entero. Suponiendo que uno de ellos
fuera, alguien de nuestra familia; un padre, un hermano, o lo que sea; nos hace
estremecer lo más profundo. Saber que la vida de cada uno de ellos pende de un
hilo y no poder hacer prácticamente nada, derrumbaría a cualquiera por más
fuerte que sea. En medio de un amargo estupor, creo que todos los ecuatorianos,
hombres y mujeres, nos solidarizamos sinceramente con los familiares de estas
personas, y esperamos a la brevedad un desenlace positivo.
Las famosas guerrillas izquierdistas de los
años 70 del siglo pasado, que enarbolaron en su momento la bandera de la lucha
contra la injusticia y la opresión, a estas alturas del siglo XXI, no son más
que grupos delincuenciales entregados al narcotráfico y al crimen organizado,
más aún los grupos disidentes de Colombia. Apoyar o ver de buen ojo a estos
grupos irregulares por hoy, colinda con una demencial brutalidad. La hermana
república del norte, ha tenido que soportar más de medio siglo de violencia
organizada, sin poder pacificar en su totalidad su territorio. Ahora el cáncer
de este flagelo, pretende permear la frontera norte de nuestro país, amenazando
seriamente nuestra aceptable convivencia pacífica.
Los conflictos armados se bestializan, a
medida que afectan a gente inocente, y este es el caso de nuestros compatriotas
y de muchísimos otros alrededor del mundo, donde no cabe ni el perdón ni el
olvido. El Presidente ecuatoriano, debe manejar con mucha sabiduría una
situación tan delicada como esta, y todos nos sumamos al deseo de que Javier,
Paúl y Efraín, regresen sanos y salvos a sus hogares lo más pronto posible.
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