viernes, 31 de julio de 2015

Emprendedores a la deriva

En nuestra casa en medio del verdor de los maizales, recuerdo que el sol brillaba radiante a la media mañana, mientras el bullicio de un pequeño receptor de radio, nos llevaba a la mano de nuestra imaginación, a escenarios insospechados de la radionovela de moda. En un recinto estrecho de nuestro hogar, enfilados con nuestros telares de madera, nos apurábamos alegres en la tejeduría, junto a nuestros padres, mis hermanos y un par de trabajadores contratados. Aseguro que esta escena era común, incluso como lo puede ser hasta la actualidad, en varias comunidades indígenas aledañas a la ciudad de Otavalo; los kichwas de esta región casi siempre han intercalado su actividad económica entre la agricultura, los emprendimientos artesanales y el comercio.

Ciertamente la actividad artesanal, cuando brinda los frutos deseados, es muy gratificante, más allá de que es un trabajo noble y reconocido. Brinda la libertad para la autosuficiencia económica y la innovación de productos. Está demostrado que el Ecuador tiene un alto porcentaje de pequeños emprendedores a nivel de la región. Esto demuestra una vocación destacada que tiene la población ecuatoriana, por el trabajo y la libertad económica; en otras palabras por el progreso y la independencia laboral. Prácticamente la totalidad de los emprendimientos son familiares y artesanales, donde la familia en su conjunto representa la fuerza laborar de los pequeños negocios, donde incluso los niños según la tradición cultural andina, participan del trabajo familiar, porque los chicos deben aprender a ser laboriosos desde muy pequeños y no tienen que dedicarse solamente al juego o peor al ocio.

Es lamentable e incomprensible también, según informes estadísticos, que la mayoría de estos pequeños emprendimientos en el Ecuador, no solamente los artesanales, no tienen la oportunidad de crecer y convertirse en empresas formales que proporcionen puestos de trabajo estables y dinamicen adecuadamente la economía nacional; lamentable más aún que se estigmatice a las empresas familiares que han tenido la oportunidad de crecer. Parece que nuestros políticos y tecnócratas, todavía no pueden descifrar, cuál es la manera de potenciar toda esta vocación de trabajo honrado, que tiene la gente de nuestro país. Deberían primero aprender a trabajar con sus manos, a emprender y luego gobernar.

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