La concepción occidental de la
trascendencia absoluta de Dios, de la diferencia ontológica absoluta entre el Creador
y criatura, para la filosofía andina resulta muy difícil de aceptar. Más
acogida tiene la concepción de la presencia substancial de lo divino en el
mismo universo (pacha), la omnipresencia simbólica de la relacionalidad como un
aspecto trascendental de lo divino. Dios no es “substancia”, sino “relación” de
la relacionalidad universal.
Sin embargo hablar de un “animismo” inherente a la vida del
runa andino, o dicho de otra forma, que en todas partes hay ánimas o espíritus,
no es tan cierto. Evidentemente que para el hombre andino, de una u otra
manera, el universo como pacha, vive y tiene fuerza vital, pero no se puede
decir que todo está lleno de espíritus; los pasos “pachasóficos” o “chakanas”
tienen una función especial, por eso tienen carácter sagrado y “sacramental”.
La ubicación topológica de ciertos espíritus en estas “zonas de transición”
quiere resaltar el carácter simbólico y ritual de su cuidado y manutención.
Por
otro lado el holismo andino descarta cualquier tipo de dualismo o antagonismo
radical entre lo profano y lo sagrado”, entre “kay pacha” y “hawa pacha”, entre
universo y Dios. Dios entonces forma parte integral de “pacha”, como fundamento
ordenador del universo, como relacionalidad simbólica y semántica del mismo,
como chakana universal y vital. En conclusión a esto se debe la sacralidad dada
a la madre tierra o pachamama, sacralidad inherente a religiosidad, más no a
religión.
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