Reconocemos la buena labor del Gobierno Nacional y su idea
de desarrollo centrada en la asistencia social y el mejoramiento de la
infraestructura. Pero pensamos también que se ha descuidado en el impulso al
aparato productivo del país, el impulso sin vacilaciones al sector emprendedor
de la nación. Existe la sensación, no sé si equivocada, de que el gobierno
navega contracorriente a las fuerzas económicas, llamadas a dinamizar la
producción nacional.
Deberíamos rescatar algo de las recientes expresiones del
expresidente peruano Alan García, quien dijo: “Claro que fui populista. También
fui estatista. Pero hoy no puedo seguirlo siendo, cuando las fuerzas económicas
van por otros lados. El mundo cambia y los seres inteligentes deben cambiar con
el mundo”. García, a pesar de los pronósticos catastróficos de la oposición,
redujo los aranceles de 13 al 3%; en solo un año, la industria peruana creció
más que nunca, a tasas de más del 8%. Si bien la situación de los países
vecinos no ha cambiado drásticamente, sus indicadores económicos parece que van
por buen camino, mejor que los nuestros.
Evidentemente que necesitamos un crecimiento económico planificado
y sostenible, si queremos alcanzar el buen vivir; a menos que queramos centrar
el concepto del “Sumak Kawsay” como una convivencia primitiva al puro estilo de
nuestros hermanos los taromenanes, quienes felices deambulan desnudos por la
selva. Sin intentar ser un gurú de la economía, es momento de que el Presidente
Correa, deje los fundamentalismos ideológicos y realice una reingeniería
pragmática de la política económica nacional.
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