viernes, 23 de diciembre de 2016

¡Más humanidad!

Mientras no sean nuestros hijos, las víctimas de la barbarie de la guerra, mientras esto suceda lejos, muy lejos, no nos inmutaremos como es debido. La impavidez humana, en especial de los que tienen la capacidad de poner un punto final, a los horrores de la violencia oficial como es una guerra, nos aterrar a los que presumimos tener y entender algo de humanidad. Lo que sucede en Siria sencillamente es brutal, la crueldad en su nivel suprema, el desquicio en su máxima expresión; a razón de que se asesina civiles, hombres, mujeres, ancianos y niños. Los señores de la guerra sentenciaran su maldita frase: “daños colaterales”. Sin querer tomar partido por uno de los bandos, señalaremos directamente a los responsables: las potencias mundiales y sus intereses hegemónicos, las naciones que se dedican a la producción y comercio de armas. Sabemos qué banderas flamean frente a las factorías de la muerte.

El entendimiento de la guerra en vez de la razón en el mundo, seguirá todavía por un largo tramo su compañía a la humanidad; por eso es necesario insistir en fortalecer el papel protagónico de la ONU en temas de conflicto bélico. Más aún, es necesario que este organismo internacional, viabilice una agenda de desarme a escala global. Mientras esto suceda, buscar los mecanismos de condena y sanción a los conflictos bélicos, donde se involucre a la población civil. Aunque sea difícil de creer, en la antigüedad las peleas de los guerreros eran a razón de valor y honor. Hoy no existe un discrimen en la guerra, mientras más daño se cause o mate a la mayor cantidad de personas, más efectivas se consideran sus armas, sus estrategias, el poder que presumen. La humanidad en vez de progresar a la par con sus avances científicos y tecnológicos, ha retrocedido al salvajismo de su interior. Es necesario tomar conciencia y no acostumbrarnos a las guerras, sentir el dolor ajeno como nuestro y exigir a los líderes mundiales mayor humanidad en sus decisiones. En estas condiciones difícil celebrar la alegría de la Navidad, en medio de tanto dolor.

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