viernes, 2 de diciembre de 2016

Hasta siempre comandante

Sin duda alguna Fidel Castro fue el político latinoamericano más importante del siglo XX. Hasta el día de su muerte, ocurrida hace unos días, fue la leyenda viva de las luchas revolucionarias en el mundo. Su deceso como no podía ser de otra manera, trae a colación una serie de reacciones alrededor del mundo, unas ensalzando su nombre en la historia, otras condenando su vida y su legado. Para poder forjar un criterio justo en torno a este personaje, se lo debería hacer lejos de apasionamientos ideológicos, que por tales, se irían a los extremos.

El momento histórico en que inicia la Revolución Cubana, corresponde a una circunstancia especial. Estados Unidos se había erigido como la máxima potencia global y la rivalidad con la Unión Soviética había iniciado lo que se llamó la Guerra Fría. América Latina efectivamente era el patio trasero de los Estados Unidos, a palabras de sus propios políticos y se habían instaurado por doquier, dictaduras militares insensibles y sanguinarias, patrocinadas por la CIA; pues eran entonces nuestros países, abrumados por la pobreza, impávidos y serviles frente al abuso del imperio. Es ahí donde aparece Fidel y sus amigos barbudos, decididos a desafiar el statu quo en la región y reivindicar la dignidad y la soberanía de nuestros países, acosados por siglos de dominio colonial. El triunfo revolucionario castrista de 1959, fue un hito y un quiebre en la historia que trajo consigo mucha esperanza.

Aunque la Revolución obtuvo logros importantes para su pueblo, la búsqueda del Socialismo Puro de sus dirigentes, fue la perdición que demacró a los cubanos. Con una economía dependiente desde el principio, el injusto embargo norteamericano, la intransigencia de la cúpula política; mandó a marchar a su pueblo hacia la miseria y la pérdida de las libertades fundamentales. Con la partida de Fidel, seguro que comienza una nueva época para los cubanos. Con lo que tienen, cualquier democracia sería mejor. La historia sabrá juzgarlo efectivamente. ¡Hasta siempre comandante!

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