viernes, 16 de diciembre de 2016

El matrimonio en dos perspectivas



Hace décadas cuando la interconexión cultural entre los kichwas y el mundo mestizo, para bien o para mal, era todavía incipiente; las uniones nupciales por lo general se realizaban apenas superada la adolescencia. El afán más que una respuesta a una necesidad y una realidad biológica y natural, respondía a una necesidad social y cultural, como la de iniciar un nuevo núcleo familiar. Actualmente esto ha mutado a necesidad de las exigencias contemporáneas, claramente vinculadas a la aculturación. Hoy se trata de seguir una matriz occidental, porque se convive en medio de ella, que es la de cumplir un extenso ciclo académico que se inicia desde la cuna misma, que incluso no termina con el grado universitario, tener una independencia económica y de ahí pensar si es el caso, en formar una familia. Estaríamos hablando, si este proceso no se ha interrumpido, a una edad superior a los 25 años, más o menos. De ahí viene incluso una tendencia aún más “sofisticada” que es la de posponer la llegada de los hijos. Una tendencia que prioriza una respuesta efectiva a las demandas laborales de una sociedad industrializada y tecnocrática, antes que a la fluidez cíclica natural del ser humano.

Tener el primer hijo después de los treinta, tiene sus riesgos, más aún entre los cuarenta. Por hoy con el tema de la equidad de género, hombres y mujeres se han distanciado en muchos casos de la responsabilidad doméstica, del cuidado de sus hijos; porque lo que prima es, con o sin razón, el trabajo, el dinero. Aunque este sistema de vida no es una imposición de algún gobernante autoritario, de alguna forma ha conseguido una oscura fascinación en la sociedad posmoderna, con tendencia endémica hacia el individualismo, de la que los kichwas no estamos exentos. Antes, el matrimonio era temprano, los hijos llegaban temprano. Antes, el matrimonio más que un compromiso de pareja, era un compromiso entre dos núcleos familiares, y como testigo actuaba toda una comunidad, haciendo de esta unión aún más monolítica. Hoy se escucha que, ya “independientes”, los jóvenes invitan a dos de sus amigos para testigos y en cinco ya están casados, para luego al cabo de un tiempo, separarse con la misma facilidad.

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