viernes, 22 de marzo de 2013

¿Quién puede oponerse al desarrollo?

¿Quién puede oponerse al desarrollo? Pues un grupo de otavaleños, no sé si en equidad de género, a los que se han sumado políticos claramente identificables. La descentralización de servicios, la recuperación de espacios públicos, la construcción de un nuevo mercado que sea funcional, son algunas de las obras que beneficiarán no solamente a los que vivimos en la bella ciudad de Otavalo, sino al cantón y al turismo en general, de los que muchos otavaleños captamos recursos para poder vivir.

Ventajosamente se percibe que la gran mayoría de otavaleños(as), lejos de tener cualquier diferencia con la actual administración, por sentido común, apoya la construcción de las grandes obras, entre ellas la construcción del nuevo mercado; que contrariamente a la creencia de que podría perjudicar a alguien, beneficiará enormemente a nuestra ciudad en su conjunto. Un mercado altamente comercial y digno tanto para vendedores y usuarios; una zona turística de alta plusvalía para los vecinos del actual mercado, serían algunas de sus bondades. Decir lo contrario dibuja claramente un sentimiento mezquino y poco razonado, de los que ilusoriamente dicen tener argumentos de contraposición. Son dos factores importantes los que han producido esta situación de conflicto en torno a la construcción del nuevo Mercado 24 de Mayo: el desconocimiento, término que a algunos les gusta remplazar con ignorancia, y la manipulación politiquera.

Hace mucho tiempo que algunos otavaleños(as), hemos soñado con un cantón y una ciudad ordenada, limpia, turística y productiva; con mercados amplios e impecables, parques y plazas de llamativa arquitectura; que nos permita recuperar aquel Otavalo turístico de renombre internacional. Esa debe ser la meta para cualquier político razonable que aspire la alcaldía de Otavalo; rechazar esos ítems de desarrollo, o volantear afirmando que el actual estadio de El Batán es un patrimonio cultural a preservarse, creo que responde a un extraño sinsentido, quizá producido como decían nuestros coterráneos, por dormir sin almohada. 

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