La música del “wawa wañuy” o el funeral infantil, es ritual;
y es llamado fandango, quizás por algún parecido con un antiguo baile español,
muy común todavía en Andalucía. En el caso de los kichwa-otavalos, los padrinos
del o la menor fallecida son notificados del triste acontecimiento; son ellos
los que preparan una mortaja especial, un altar blanco y el contrato con los
músicos para este ritual. Los familiares y los más allegados llegan al velorio
con comidas, que consiste en coladas dulces y pan, después pueden beber un poco
de alcohol, y al son del fandango que es una melodía con aires de tristeza y
alegría, los compadres bailan en medio del llanto. Esta forma de acompañamiento,
que es una manera de enfrentar a la muerte como una ley natural y de asimilar
la vida, puede durar toda la noche, previo al entierro. De ninguna manera es un
festejo como se podría pensar; es una forma de bailar el dolor y el llanto,
para poder aceptar la triste realidad, una manera de socializar el dolor para
no sobrecargarse ni emocional, ni psicológicamente.
El fandango kichwa se lo interpreta con instrumentos
europeos: el arpa y el violín, a los que se suman cánticos y ritmos vernáculos;
es una melodía andina ceremonial reservada a la muerte de un menor y al
matrimonio; es la música que se identifica con el compadrazgo, que es la
institución en la cual gira la vida social de los kichwas. Actualmente el baile
del fandango ha sido ampliamente aceptado por la juventud y se ha convertido en
un elemento cultural básico que nos
identifica como pueblo kichwa.
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