jueves, 30 de noviembre de 2017

Auténticos revolucionarios

No cabe duda que la segunda mitad del siglo XX, fue una época donde se desbordaron pasiones por todo lado, hablando en términos socio políticos. El movimiento hippie, la revolución sexual, el rock psicodélico, la conquista del espacio, la Guerra Fría, y las luchas revolucionarias de izquierda principalmente en Latinoamérica, marcaron historia. Luchar contra el statu quo, el sistema opresor y el capitalismo, era un llamado al que muchos jóvenes idealistas abrazaron en su momento, más con el corazón que con la cabeza. Eran pues otros tiempos, donde muchos perdieron la vida y otros como los barbudos cubanos, tuvieron éxito en captar el poder a través de la lucha armada, para luego implantar a sangre y fuego su experimento socialista. Muchos de nosotros, aunque más jóvenes, pudimos de alguna forma sentir esa apasionante efervescencia política en nuestros corazones, hasta el punto de querer renunciar a todo en favor de la revolución.

Desempolvando la biblioteca familiar, encontré un libro que leí hace unos 30 años: “La ideología sandinista y la revolución nicaragüense” de David Nolan, una excelente obra que devela casi en su totalidad el desarrollo de esta revolución centroamericana. En este libro existe una cita que se refiere al juramento que hacían los jóvenes al momento de ingresar al Frente Sandinista de Liberación Nacional – FSLN: “Ante las imágenes de Augusto César Sandino y Ernesto “Che” Guevara, ante la memoria de los héroes y mártires de Nicaragua, América Latina y de toda la humanidad, poso mi mano sobre la bandera roja y negra que significa “Patria Libre o Morir” y juro defender, con las armas en la mano, la dignidad nacional y luchar por la redención de los oprimidos y explotados de Nicaragua y del mundo. Si cumplo esta promesa, la liberación de Nicaragua y de todos los pueblos será mi recompensa, pero si así no lo hiciese, la muerte en la deshonra y la vergüenza serán mi castigo”. Si valió la pena o no, es otra historia; eran otros tiempos, y estos sí eran auténticos revolucionarios; no como los de ahora, una horda de delincuentes expertos en las artes de la demagogia.

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