viernes, 24 de abril de 2015

El joven Atahualpa

Antes de su muerte, acaecido en el año de 1493, un año después del arribo de Cristóbal Colón a tierras americanas, el Inca Túpac Yupanqui, máximo precursor de la expansión del imperio del Tahuantinsuyo, ya había enviado a sus tropas a las regiones que actualmente corresponden a Ecuador y Chile. A su muerte se produjo una pugna encarnizada de la parentela del fallecido, dentro de los cuales estaban sus sesenta hijos, según el historiador  Sarmiento de Gamboa, para ocupar el puesto del nuevo emperador, que finalmente lo ocupó  Huayna Cápac. El nuevo Inca después de mandar a matar a sus hermanos para evitar futuros problemas y afianzarse en el poder, hacia aproximadamente en 1520, emprendió una marcha desde la capital del Imperio, a lo que es ahora Ecuador, a la cabeza de un nutrido ejército con las intenciones de expandir más su potencia hacia el norte.

En realidad el nuevo Inca, Huayna Cápac, había nacido en Tomebamba, la actual ciudad de Cuenca, durante las incursiones militares de su padre Túpac Inca, en las tierras del norte, por lo que seguramente tendría un apego muy especial por esta región. En esta marcha llevó consigo a uno de sus hijos llamado Atahualpa, quien en ese entonces era apenas un adolescente. Ya en Tomebamba el Inca mandó a construir un fastuoso palacio imperial y se quedó en ella, mientras Atahualpa y sus generales se dedicaban a sojuzgar algunas provincias más. La resistencia de los pueblos del norte era inusual en comparación a otros pueblos de aquel entonces, incluso lograron herir al mismo hijo del Inca, pues estos pueblos no pertenecían al sistema de la cultura andina de la época, tampoco tenía interés de sumarse a ella, en esa enorme maquinaria centralista estatal llamada Tahuantinsuyo.

Este fragmento de la historia andina pre colonial, se fundamenta en tratados más serios, contemporáneos y científicos de nuestra historia. Es de notar que el mito de Atahualpa como padre de nuestra “nacionalidad ecuatoriana” y otros mitos históricos, empiezan a desmoronarse. La historia como un campo de la ciencia, es vasto; es difícil poner un punto concluyente. 

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