sábado, 31 de enero de 2015

El exabrupto papal

Al mismo tiempo que el Papa Francisco defendía la libertad de expresión como “derecho humano fundamental” y como el deber de decir lo que uno piensa para el bien de todos, añadió: “Pero hay límites”. Refiriéndose a lo ocurrido en París dijo: “Tenemos la obligación de hablar abiertamente, de tener esta libertad, pero sin ofender”. Hasta ese punto totalmente de acuerdo con el máximo prelado de la Iglesia Católica. Pero lo que dijo después, con el respeto que se merece un personaje de tan alta representación, me parece que más bien fue un exabrupto. Ejemplificó así: “Si mi buen amigo, el doctor Gasparri, dice una mala palabra sobre mi madre, puede esperar en respuesta un puñetazo. Es normal. Es normal. No se puede provocar. No se puede insultar la fe ajena. Uno no se puede burlar de la fe de los demás”. Obvio que se debe respetar la fe ajena, aunque se podría cuestionar si es una fe que “no es para el bien de todos”, depende del punto de vista filosófico o incluso teológico. Pero lo del “puñetazo” es como querer justificar la violencia física ante una arremetida verbal, que en tal caso sería desproporcionada. Dónde quedó la enseñanza de que “si te pegan en la mejilla, indica la otra”, o ¿ya no tiene vigencia la enseñanza del Galileo, quien decía que hay que amar a nuestros enemigos?

El Código Da Vinci, libro que leí íntegramente, por ejemplo cuestiona tremendamente los cimientos del cristianismo, al afirmar que Jesús y María Magdalena eran esposos, y que incluso su descendencia habría llegado a Francia. Para los más conservadores católicos, me imagino que esto fue una ofensa a su fe; y no me imagino que por esta razón, desde el Vaticano enviase un comando suicida para asesinar a Dan Brown y a los trabajadores de las editoriales que lograron vender más de 80 millones de ejemplares, en una gran cantidad de idiomas en todo el mundo. Adicionalmente hay que reconocer que los medios se pueden equivocar o en el peor de los casos mentir premeditadamente, pero para eso están las cortes, donde la honra de las personas debe prevalecer. “Sin libertad la verdad no es posible”, dice el slogan de un noticiario conducido por un amigo. Me acojo a esta máxima. 

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