lunes, 27 de enero de 2014

Sana tentación

Al principio quienes ejercieron el poder fueron los más fuertes, a través de la opresión, la imposición y la fuerza bruta. Con el tiempo estos grupos establecieron su linaje en el poder, como una manera segura de perpetuarse con su familia y descendencia en el gobierno de los países. Así surgieron los nobles, los reyes, los zares, los incas, los emperadores. Eran pues ellos y su grupo de nobles o sus elegidos quienes decidían la suerte del pueblo, sus súbditos; eran quienes dictaban normas y leyes que ellos consideraban correctos y necesarios. Así se formaron los países, los reinos, los imperios; así transcurrió la mayor parte de la historia de la humanidad, hasta que en Francia de 1789, con la llegada de la Ilustración y nuevas corrientes filosóficas e ideológicas, se empezó a cuestionar el injusto statu quo impuesto por un minúsculo grupo de la sociedad, aparentemente predestinada a gobernar por siempre. En aquel año estalló una sangrienta revolución en Francia y se empezó a recrear un tipo de gobierno más representativo, un gobierno del pueblo que pretendía normar de alguna forma los excesos y las arbitrariedades de los gobernantes, ese fue el origen de los Estados democráticos modernos.

 Hoy en nuestro país y nuestros cantones, incluso en nuestras parroquias, sorprende la facilidad que existe para que cualquier persona o grupo pueda incursionar en política y tener una relativa facilidad de acceso al poder, sea este local o nacional. Esta situación nos empuja hacia una sana tentación a reflexionar sobre quienes deberían gobernarnos, talvez gente escogida y especializada para ello, como si se tratase de una labor netamente profesional, como el de un médico; pero esto no sería justo ni funcional. Las democracias actuales obviamente no son perfectas y hasta pueden tener sus propios vicios, pero es la manera más justa de establecer un gobierno; hay que irla construyendo con la participación de todos y especialmente fortaleciendo sus instituciones. Así los reyes, los nobles, las dinastías dictatoriales y los líderes supremos, no tendrán cabida.

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