viernes, 17 de junio de 2016

El viaje de Germán

docetribus.com

Germán, un primo mío, era un muchacho Kichwa no tan común, tenía ese aire de “doblegarse jamás”, a lo que nosotros le atribuíamos lo obtuvo al bañarse en alguna vertiente sagrada de gran poder, que existe por algún lado de la parroquia de Quichinche, de donde eran sus abuelos maternos. Como cualquier otro otavalo, estuvo recreando su espíritu mindalae por varios países de Europa y Sudamérica. Después de probar los sinsabores de una alocada vida juvenil, se casó una vez, se volvió a casarse otra vez, y al final encontró tal vez lo que estaba buscando en las páginas de la biblia, para desaparecer con su familia por cinco años.

¿Dónde estabas? Es la primera pregunta con la que recibí a mi primo, a la que gustoso empezó a responderme. Resulta que en Argentina se había topado con una comunidad, digamos que religiosa, llamada Doce Tribus, en alusión a la cita bíblica. Según el relato de mi pariente, me di cuenta que podría ser uno de los lugares, porque hay otras en otros países, donde realmente se practica en su integridad la vivencia comunitaria como hermanos; siguen los preceptos bíblicos sin fanatismos, la propiedad es absolutamente comunitaria, nada es de alguien, todo es de todos, tienen su propia escuela, trabajan, producen sus propios alimentos y hasta cocinan y comen en colectividad.

Este relato inmediatamente me hace recordar, lo que generalmente sucede en nuestro medio, por un lado con los impecables predicadores bíblicos, y por otro más aún, con nuestros afanosos oradores que pregonan el colectivismo, y otros y otras que recitan el baluarte socialista como un modelo equitativo, donde se inclinan incluso a la eliminación de la propiedad privada para establecer la propiedad colectiva, mientras ellos o ellas se llenan de mansiones y riquezas. Cuanta falsedad, cuanta doble moral que mejor termino este relato.

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