En nuestra casa en medio del verdor de los maizales,
recuerdo que el sol brillaba radiante a la media mañana, mientras el bullicio
de un pequeño receptor de radio, nos llevaba a la mano de nuestra imaginación,
a escenarios insospechados de la radionovela de moda. En un recinto estrecho de
nuestro hogar, enfilados con nuestros telares de madera, nos apurábamos alegres
en la tejeduría, junto a nuestros padres, mis hermanos y un par de trabajadores
contratados. Aseguro que esta escena era común, incluso como lo puede ser hasta
la actualidad, en varias comunidades indígenas aledañas a la ciudad de Otavalo;
los kichwas de esta región casi siempre han intercalado su actividad económica
entre la agricultura, los emprendimientos artesanales y el comercio.
Ciertamente la actividad artesanal, cuando brinda los frutos
deseados, es muy gratificante, más allá de que es un trabajo noble y
reconocido. Brinda la libertad para la autosuficiencia económica y la
innovación de productos. Está demostrado que el Ecuador tiene un alto
porcentaje de pequeños emprendedores a nivel de la región. Esto demuestra una
vocación destacada que tiene la población ecuatoriana, por el trabajo y la
libertad económica; en otras palabras por el progreso y la independencia
laboral. Prácticamente la totalidad de los emprendimientos son familiares y
artesanales, donde la familia en su conjunto representa la fuerza laborar de
los pequeños negocios, donde incluso los niños según la tradición cultural
andina, participan del trabajo familiar, porque los chicos deben aprender a ser
laboriosos desde muy pequeños y no tienen que dedicarse solamente al juego o
peor al ocio.
Es lamentable e incomprensible también, según informes
estadísticos, que la mayoría de estos pequeños emprendimientos en el Ecuador,
no solamente los artesanales, no tienen la oportunidad de crecer y convertirse
en empresas formales que proporcionen puestos de trabajo estables y dinamicen
adecuadamente la economía nacional; lamentable más aún que se estigmatice a las
empresas familiares que han tenido la oportunidad de crecer. Parece que
nuestros políticos y tecnócratas, todavía no pueden descifrar, cuál es la
manera de potenciar toda esta vocación de trabajo honrado, que tiene la gente
de nuestro país. Deberían primero aprender a trabajar con sus manos, a
emprender y luego gobernar.
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