sábado, 29 de diciembre de 2012

Estado y ciudadanía

La organización del Estado responde supuestamente a un acuerdo entre gobernantes y ciudadanos. Desde los orígenes de la especie humana, al momento de recrear una convivencia comunitaria o colectiva, surgió la necesidad de poner reglas para poder garantizar cierta paz y armonía al interior de las tribus. Así nace la organización estatal, que básicamente busca el bienestar colectivo en un ambiente de camaradería, en base al compromiso de respetar las normas y leyes consensuadas democráticamente.

Este es el ideal que casi nunca se ha cumplido. La organización del Estado y el poder, siempre se ha relacionado al uso de la fuerza o el poder económico; han sido, y son las élites quienes en forma arbitraria disponen legislaciones para las masas. Esto no ha variado en ninguno de los sistemas políticos y económicos conocidos hasta la actualidad. La realeza en los reinos, la oligarquía en los sistemas capitalistas, la cúpula del partido en los sistemas socialistas; clubes, corporaciones, camaradas, en algunos de los países democráticos.

Los conflictos sociales de tipo político, surgen por la imposición de normas y leyes arbitrariamente impuestas desde las élites gobernantes. Quiero ilustrar con un ejemplo esta realidad política: Los otavalos como mindalaes y viajeros, vienen desarrollando una actividad económica que básicamente consiste en elaborar sus artesanías para luego comercializarlo en recónditos lugares del mundo, y su regreso traer productos de dichos lugares para consumo familiar o para su comercialización; siempre ha sido así, desde hace cientos o quizá miles de años. Después de que llegaron los incas, los españoles, las transnacionales, los Estados Nacionales; se impuso legislaciones y fronteras, restricciones y tributos. Seguir esta tradición económica propia; para los otavalos de hoy se complica claramente por la yuxtaposición de leyes y normas inconsultas, que despersonalizan todo un colectivo de tipo étnico cultural.

viernes, 21 de diciembre de 2012

El fin del mundo y los mayas

La civilización maya, una de las más importantes culturas precolombinas, habitó una gran parte de la región denominada Mesoamérica, en los territorios actuales de Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y el sureste de México. Reconocida mundialmente por su legado científico, astronómico y arquitectónico; constituye sin duda alguna el más importante referente de la grandiosidad de las civilizaciones autóctonas de este continente.

Es sumamente impresionante que sin la ayuda de computadoras, telescopios, satélites y demás artefactos de la ciencia contemporánea, los antiguos mayas hayan desarrollado su ciencia astronómica, con exactitudes que hoy impresionan a los más aclamados científicos del mundo; una pequeña muestra de que las antiguas civilizaciones de este continente, estaban quizás más adelantadas que las mismas sociedades occidentales de la época. Por hoy un pequeño documento de esta antigua civilización, ha inquietado enormemente a la actual civilización moderna del siglo XXI; el documento alude un fin, un término abrupto del extenso calendario maya, exactamente este día 21 de diciembre de 2012, en pleno solsticio de invierno.

Las conjeturas que se han creado en torno a esta fecha, son muchísimas. Se habla de alineación galáctica, hecatombes, tormentas solares, inversión magnética, fin del mundo o simplemente el fin de una era, la Era de Piscis y el comienzo de la Era de Acuario, que según la tradición astrológica occidental, marcaría el renacimiento de la especie humana, en alusión a su ser y a su naturaleza; suposiciones de dudosa base científica, que confunden al más incrédulo de los mortales.

El ser humano es ávido de cambios, su curiosidad no tendrá límites. Es la razón para tanta novelería de todo precio con respecto a este tema. Sin embargo es importante precisar que el hombre y el planeta tierra, no son invulnerables, así es que a dejar la soberbia a un lado al momento de burlarse de todas estás predicciones. Nadie sabe exactamente cuando, pero de que el fin del mundo viene, viene.

viernes, 14 de diciembre de 2012

La Cascada de Peguche



Tengo recuerdos invalorables de mi niñez, en torno a los lugares maravillosos que guarda el paisaje otavaleño. La Cascada de Peguche es uno de esos míticos escenarios que encierra mil historias para contar. Es un pequeño paraíso escondido en una región muy poblada, a cinco minutos de la ciudad de Otavalo y a unos cuantos pasos de las comunidades de Peguche y  Agato. Este centro natural, histórico y turístico, está conformado aproximadamente por 40 hectáreas de bosque protector y vegetación silvestre; al estar encerrado en una hondonada entre Chimbaloma y la Loma de Pucará, le ha dado un toque de misteriosidad infranqueable. El río Hatun Yaku, que nace muy cerca en la Laguna de San Pablo, a su entrada produce un salto espectacular de 20 metros, para luego cruzarla caudalosamente.

Recuerdo cuando niño, nos reuníamos entre varios muchachos para realizar “expediciones” que casi siempre terminaban en aventuras inéditas, envueltas en un realismo mágico, que a la palabra de nuestros mayores se complementaba con varias leyendas y fábulas. Sitio obligatorio también, de los encuentros amorosos de juventud, por hoy es uno de los centros turísticos y culturales más grandes de Imbabura; el punto más alto de esta característica se la puede medir la noche del 22 de junio, al inicio del Inti Raymi, en el “baño de purificación”.

Es digno reconocer el trabajo de los comuneros(as) de Fakcha Llakta y otras instituciones, que han logrado hacer adecuaciones muy atractivas al turismo dentro de este lugar. Pero como en todo lado no faltan los innumerables problemas que aquejan a esta área protegida, como la falta de control a las edificaciones actuales -en esta parte no existe concordancia alguna entre lo natural, lo tradicional y lo turístico- qué pena que no exista conciencia, ni de las autoridades, ni tampoco de los lugareños en base a este tema. Otro de los problemas es la contaminación y la inseguridad, a esto se agrega como no podía faltar, conflictos internos de tipo dirigencial. Por favor salvemos a la Cascada de Peguche. 

viernes, 7 de diciembre de 2012

Todos contra la delincuencia

La delincuencia en la ciudad de Otavalo se torna insoportable. El mercado de animales, Mercado 24 de Mayo, Copacabana, sector de la terminal, Plaza de los Ponchos, entre los principales; son sectores de alto riesgo en especial los fines de semana, tanto para lugareños como para foráneos. Las bandas integradas por hombres y mujeres; adultos y menores, hacen de las suyas a vista y paciencia de todo el mundo. Lo más dramático de esta situación, es la utilización de niños inocentes en el adiestramiento y los robos. Nos preguntamos: ¿Dónde está la Dinapen para rescatar a estos menores de las garras de padres inconscientes e inhumanos?

La delincuencia a más de afectarnos directamente, afecta al turismo y por ende a la economía otavaleña, golpeada por una serie factores como la crisis global y la situación política nacional. Existen causas identificables que propiciaron esta oleada delincuencial en todo el país, pero no es hora de formular acusaciones, sino más bien de asumir la corresponsabilidad entre autoridades y comunidad. Esta es la razón de la inquietud creada en el seno  de varias organizaciones gremiales, asociaciones de vendedores, comunidades indígenas, entre otros sectores, que se ven obligados a actuar por mérito propio, contra la delincuencia.

La Constitución Política del Ecuador garantiza la aplicación del derecho consuetudinario en las comunidades indígenas. Otavalo como comunidad kichwa y centro de las comunidades kichwas del cantón, asumiría competencia en la aplicación de la justicia como pueblo ancestral, con el único afán de subsanar esta lacra social que viene ganando terreno dentro de la ciudad. Es momento de actuar y hacer un llamado también a las autoridades oficiales, a no cerrar los ojos ante esta cruda realidad y unir esfuerzos con todos los sectores organizados del cantón, para recuperar la tranquilidad y confianza de antaño, dentro de la ciudad y  sus comunidades indígenas.

Imbabura, tierra preciosa