viernes, 26 de febrero de 2016

Evo y Bolivia



Evo Morales, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, ha perdido en el referendo, donde buscaba la autorización del pueblo, para realizar una nueva reforma a la Constitución, que permita su reelección por cuarta vez y prolongar su mandato hasta el 2025. Las mieles del poder, o como llaman otros la “droga” del poder, parece ser más adictiva que la cocaína o cualquier otra droga fuerte; esto a razón de que muchos jefes de Estado, a pretexto de ser los únicos salvadores de la patria, sucumben a la tentación de quedarse por más de dos periodos en el poder. Para la transformación profunda de un país, posiblemente unos ocho años quede muy corto, por eso la necesidad de cimentar instituciones democráticas fuertes y crear cuadros prestos, como capaces para el relevo político, desechando totalmente el caudillismo.

Ahora bien, lejos de ciertos errores, como el recalcitrante discurso sesentero antiimperialista, sus malas compañías o su postura poco democrática frente a la prensa independiente, Evo Morales tiene la virtud de haber, literalmente, refundado Bolivia, con una Constitución más acorde a la realidad nacional, su política reconocida de inclusión de vastos sectores campesinos e indígenas, marginados inhumanamente por las élites que han dominado el país. Por otro lado, lejos de su discurso radical izquierdista, tiene la virtud de haber manejado con sobrio pragmatismo la economía del país; ahora Bolivia subió de categoría en la calificación de los multilaterales, como un país de ingresos medio. Últimamente Evo Morales, tal vez consciente del fracaso del modelo del Socialismo del Siglo XXI, basado en los altos precios de los “commodities”, seguro que marcó cierta distancia, al enfatizar su gestión, más bien como una “revolución democrática y cultural”. La historia sabrá reconocer a Evo.

viernes, 19 de febrero de 2016

Con Lucio sí

“Con Lucio sí”. No hace mucho, esta frase compuesta en singulares y graciosos memes, que ironizaban y ridiculizaban algunas desavenencias del tristemente célebre gobierno de Lucio Gutiérrez, se habían viralizado en las redes sociales de la internet. Sin querer de ninguna manera, echar flores al gobierno caído del coronel, ni haber inventado la máquina del tiempo para “regresar al pasado”, en algún aspecto esta frase podría calar profundo. A ver, en estos casi diez años de gobierno de la Revolución Ciudadana, ¿hemos podido notar que se ha nombrado algún ministro indígena? Aunque suene gracioso en el gobierno de Lucio sí, en el gobierno de Novoa también. Resulta extraño cómo el “gobierno más inclusivo del mundo”, que promulgó una Constitución intercultural y plurinacional para el Ecuador, no haya tomado en cuenta este aspecto no tan complejo dentro de la política de la administración actual. Vaya usted a saberlo.

“Pero tenemos carreteras” No, más que eso tenemos muchos indígenas trabajando para el gobierno, dirán sus séquitos. Aunque no dudo de que personal indígena muy capacitado y consciente esté trabajando para el gobierno central, también es cierto que muchos de los compañeros son jóvenes, muchos de ellos recién graduados con poca consciencia de identidad, o experiencia comunitaria u organizacional, que más bien serán efectivos al momento de responder de forma autómata, a los hilos del poder central, antes que contribuir efectivamente en temas tan importantes como la interculturalidad. Pruebas del mal asesoramiento en materia educativo, cultural y lingüístico, ni qué decir del aspecto político, están a la orden del día. Basta recordar las acusaciones de algunos ciudadanos con respecto a la autenticidad de los niños de las diferentes nacionalidades indígenas, al momento de recibir al Papa Francisco en el Aeropuerto Mariscal Sucre de la capital. Si hay que decirlo, ¡hay que decirlo!

viernes, 12 de febrero de 2016

Cosas del carnaval

El carnaval, entiendo, es una época precuaresmal destinada a los excesos, a la diversión, a la irreverencia generalizada y al movimiento turístico con fines económicos. Con esta premisa, supongo, no nos debería sorprender por ejemplo que el “lugar sagrado de los grandes espectáculos” del Pawkar Raymi, se haya convertido en el primer espacio “comunitario”, público, abierto para el consumo libre de drogas. No nos debería llamar la atención, que ciertos valores culturales considerados sagrados y propios de pueblos ancestrales, se comercialice como un souvenir industrial de poco valor. No nos debería sorprender la ingesta desmedida de alcohol por doquier, entre jóvenes que ni siquiera cumplirán los dieciocho. No nos debería sorprender que a pretexto de la celebración “sacra”; calles, plazas, veredas, terrenos y hasta autopistas, se hayan convertido en mercados ambulantes, sin el mínimo control de las autoridades competentes. Ventas de comidas bajo el humo asfixiante del polvo, esmog, espuma y colorantes que incluso podrían tener anilina.

En contraste a esta alocada visión del carnaval actual, viene a mi memoria la figura de nuestra “jatuku” -abuela- que cada martes de carnaval, el día del famoso hoy “tumarina”, llegaba a nuestra casa, un poco antes del amanecer, para verter agua y flores del campo sobre nuestra cabeza, con tal solemnidad que solo nos remitíamos a agradecer reiteradamente. Más de día ya en la plaza de la comunidad, los compadres y familiares se reencontraban, se intercambiaban alimentos, para después recrear este ritual pero ya no con flores, sino con globos de agua que recién se habían introducido. La solemnidad del “florecimiento”, el “chimpachi”, la transmisión intergeneracional de la cultura en el caso delos kichwas, va sucumbiendo, ante el poder de los bufones carnavaleros de la diversión y el placer.

lunes, 8 de febrero de 2016

Gratitud

Recuerdo remotamente cuando pequeño, mi padre me llevaba de la mano a algunos de sus viajes de “mindaláe”, donde mi extrañeza al percatarme de un mundo urbano totalmente distinto al campo de nuestra comunidad, hacía sentir un poco de temor; pero nuestros padres siempre estaban ahí, para cuidarnos, para brindarnos fortaleza. También recuerdo el día más feliz de mi niñez, cuando a la edad de unos ocho años, mis papás me compraron una bicicleta azul, una chopper con luces, que en aquella época realmente era un lujo para mí. Tantas atenciones, tantos consejos que nos han llenado como seres humanos completos, sin fisuras emocionales de ningún tipo, hacen que como mis hermanos, mi hermana, yo me regocije de la vida que hemos tenido dentro de nuestra familia, para agradecer ahora, en vida, a nuestros queridos papá y mamá.

Muchos habremos tenido el privilegio de haber participado de una vida familiar respetuosa y equilibrada, más aún muchos de nosotros tenemos la gran dicha de poder contar con la presencia, el cariño y el afecto de nuestros padres. Reconocer la labor y el sacrificio que han tenido nuestros progenitores en la vida de sus hijos, es un gran acto de justicia familiar, al cual nadie debería quitar la vista. Al envejecer, en el ocaso de la vida, el ser humano se torna frágil en los dos sentidos, el físico y el emocional; es el momento que nosotros como hijos e hijas, con un desborde de satisfacción, debemos brindar nuestro respeto, nuestra asistencia; hacer del resto de su existencia, tranquila y confortable. Lejos de las circunstancias que nos ha tocado vivir en la vida, seamos agradecidos y atentos con nuestros viejos, con nuestros padres; si lo hacemos así, después de su partida, no nos invadirá ningún remordimiento y nuestra vida será más grata.