viernes, 31 de octubre de 2014

Cementerio indígena

Alguien decía que en Otavalo hasta los cementerios están separados, uno de mestizos y otro de indígenas. La estúpida inercia de todos nosotros y en especial de las autoridades de poder efectiva, es innegable. Si no somos capaces de vivir la unidad en la diversidad y de respetarnos en nuestras diferencias, hasta me atrevería a decir que deberíamos ir pensando en abandonar la tierra que nos vio nacer. Más acá de esta penosa realidad, el cementerio indígena de Otavalo, desde que fue entregado a las comunidades usuarias, se ha convertido en botín apetecido de ciertos dirigentes, no todos, que a vista y paciencia de sus dueñas, han usufructuado a sus anchas, desde los inicios mismos de la “autoadministración”.

A veces la lidiadera sirve para aprender, pero en el caso del cementerio indígena la lidiadera es crónica y proyecta de alguna forma la incapacidad de sus dirigentes de gestionar una administración formal, cumpliendo con los requerimientos técnicos y legales que demanda una empresa o institución que maneja recursos económicos públicos o comunitarios. A veces a merced del discurso indigenista, se renuncia a parámetros de convivencia o gestión que son universales y aplicables a cualquier sociedad. Muchos dirigentes confunden el término empresa con privatización y rehúyen ante cualquier deseo de formalizar algún emprendimiento comunitario, para que sea efectiva, transparente y auto sostenible.

Es necesaria que la juventud indígena profesional se involucre más en los asuntos comunitarios, para que ellos den luces a los dirigentes en temas relacionados con la administración. El problema no es la incapacidad en sí misma, sino la visión y la noción de la evolución cultural que ha sido ampliamente politizada y secuestrada por una arenga etnocentrista, que nos priva muchas veces de las bondades del desarrollo. Como un ejemplo concreto pongo a colación el éxito de las cooperativas indígenas de ahorro y crédito, un ejército de jóvenes indígenas profesionales y otros no, que se han vuelto diestros en la administración de empresas a nivel nacional, y esto lejos y aparte del discurso lloriqueante y paternalista que se ha adueñado del movimiento indígena.

Verdades a la luz

Esto no es una fantasía, tampoco es un best seller que al puro estilo de Dan Brown, pretende excavar lo más profundo de nuestras creencias religiosas, para levantar una polvareda de pasiones, vender y acumular cantidades exorbitantes de dólares. El libro de Charles C. Mann que en castellano se titula, “1491: Una nueva historia de las Américas antes de Colón”, es un ensayo histórico, con un amplio sustento arqueológico por ende científico; tendiente a marcar un hito y un rompimiento, de lo que hasta ahora hemos tenido de verdades históricas, en lo referente a la América precolombina. Cuando nuestros “taytas y mamas” hablan de nuestro esplendoroso pasado, no es en son de una añoranza romántica, de una civilización truncada por la llegada de los peninsulares, sino que después de varios siglos opacidad, sigue grabada en la memoria de nuestros genes.

Charle C. Mann, uno de los periodistas de ciencia más serios y respetados de EE. UU., revela que de conformidad con los descubrimientos recientes, en distintos campos del conocimiento, la población americana -los indígenas de América-, era muchísima más numerosa de lo que se pensaba hasta ahora, millones de personas a lo largo y ancho de este continente, localizadas casi todas ellas en asentamientos permanentes, dotadas de una cultura enormemente rica y variada, con acceso a tecnologías avanzadas y con un importantísimo impacto al medio ambiente, hasta el punto de afirmar que el Amazonas es más bien un producto de la actividad humana, “un artefacto humano” más que de la naturaleza; contradiciendo la afirmación casi religiosa del ambientalismo militante. La selva amazónica según arqueólogos y científicos, pudo haber sido una suerte de un inmenso cultivo de árboles, que proveían de sombras para muchas especies productivas, que dotaban de alimentación para los numerosos habitantes de esa región. Esto se pudo confirmar cuando desde un avión se pudo visualizar, una vez abierta la selva por la deforestación, grandes obras de ingeniería agrícola y urbana en la zona del Beni, en Bolivia.

Otra de las revelaciones suministradas por Mann, es que las inmensas praderas de Norteamérica, fueron creadas por los indígenas, gracias a grandes incendios controlados, con el fin de abrir espacios para el pastoreo. O que la primera ciudad de la historia, apareció en el desierto de lo que ahora es Chile, antes que en Mesopotamia, como afirma la historia tradicional. A la fecha, en el llamado Nuevo Mundo, había más habitantes que en el continente europeo y algunas ciudades como Tenochtitlán, tenían una población mayor que cualquier ciudad del viejo continente; con agua corriente, hermosos jardines botánicos y calles de una limpieza inmaculada. Para más pruebas recordemos las figuras de Nazca o los monolitos de Tiahuanaco, para solo mencionar dos, a los que incluso se les atribuye a visitantes de otros planetas, por restar méritos a nuestros sabios ancestros.

Ahora se preguntarán, ¿qué es lo que pasó con esas brillantes civilizaciones, adelantadas para su época? Eso fue antes del apocalipsis de una pandemia, que se resume en la palabra virus, en especial de la viruela, una de las armas de destrucción masiva más poderosas que introdujeron los invasores y que prácticamente aniquiló la quinta parte de la población mundial.

sábado, 18 de octubre de 2014

Los kurdos y su lucha

La historia contemporánea todavía está llena de acciones, que tienen que ver con la lucha por su liberación, de muchos pueblos alrededor del mundo. Un ejemplo concreto es el caso de los kurdos, un pueblo marcado por el colonialismo y los conflictos bélicos del Medio Oriente, durante más de dos mil años. Pero repasemos quienes son los kurdos: Es la minoría étnica sin Estado, más grande del Medio Oriente, con un aproximado de 30 millones de personas, repartidas en lo que actualmente comprende Turquía, Siria, Irak e Irán; pero unidos por una lengua propia, una cultura milenaria y un sentido de nacionalismo, que todavía no se ha dejado arrebatar sus sueños políticos de tener su propio Estado, llamado Kurdistán.

En la época actual la geopolítica marcada por el belicismo, nuevamente se llena de protagonismo en la región de Oriente Medio. Como relevo de la otrora organización paramilitar yihadista Al Qaeda, el llamado Estado Islámico, se ha hecho con amplias regiones de Irak y Siria, al amparo de los conflictos bélicos que asedian a esas naciones. Es en este contexto que los kurdos ubicados en el norte de Irak, que tenían una cierta autonomía política, han ganado protagonismo internacional al enfrentarse al extremismo del Estado Islámico, organización catalogada de terrorista, que tiene como objetivo establecer en esa región, tal cual como su nombre lo dice, un Estado islámico fundamentalista y antioccidental.

El ajedrez geopolítico mundial, nuevamente les lanza la oportunidad a los kurdos, de reclamar y abogar ante la comunidad internacional, su derecho histórico de establecer su propio país. Pero los protagonistas en este juego político de fichas, no dejarán fácilmente que las aspiraciones kurdas florezcan, como es el caso de Turquía, país donde está una de las mayorías kurdas que ha reclamado a las autoridades locales, que se les permita cruzar la frontera, para unirse a sus hermanos que combaten al Estado Islámico en Siria. No podemos ocultar nuestra simpatía, por los pueblos milenarios que luchan por su libertad.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Sarayaku y los derechos indígenas

Sarayaku es una comunidad indígena kichwa de la Amazonía ecuatoriana, específicamente de la provincia oriental de Pastaza. Su nombre que en castellano significa “río de maíz”, ha trascendido las fronteras nacionales y se ha convertido en sinónimo de resistencia y dignidad para los pueblos indígenas del continente, más que todo, por su lucha contra la explotación petrolera en sus territorios ancestrales. No hace mucho esta comunidad fue tema de noticia internacional, por acoger dentro de su territorio, al exasambleísta Cléver Jiménez, su asesor Fernando Villavicencio y Carlos Figueroa, quienes fueron sentenciados por injuriar al presidente Rafael Correa. El hecho fue comentado como una especie de asilo político, dentro de una comunidad indígena. Recordemos que en 1992, en el gobierno de Rodrigo Borja, se adjudicó a este pueblo indígena unos 135 000 hectáreas de su territorio.

En el litigio mantenido con el Estado ecuatoriano, la comunidad de Sarayaku salió favorecida con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2012, el fallo determinó la responsabilidad del Estado ecuatoriano, por no haber realizado una consulta previa, libre e informada, sobre la explotación petrolera en sus territorios, y paralelamente ordena reparar a la comunidad, por violaciones a sus derechos colectivos, enmarcados en instrumentos jurídicos internacionales vigentes, como la de haber colocado explosivos en su territorio ancestral, sin su consentimiento. La sentencia de la Corte supranacional, a más de pagar una indemnización a la comunidad, en un hecho inédito, también obliga a que el Estado ecuatoriano pida disculpas públicas a la comunidad afectada, que en efecto se produjo el pasado 1 de octubre.

La legislación internacional vigente, de la cual Ecuador es subscriptor, como la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos indígenas, o el Convenio 169 de la OIT, reconoce plenamente los derechos de los pueblos originarios a escala global. Lamentablemente la falta de actualización, el desconocimiento de juristas y políticos sobre derechos indígenas, ha entorpecido sincronizar con las legislaciones nacionales y por ende obstaculizar su aplicación.

Es propicio recordarles que en Asamblea General de la ONU, el 13 de septiembre de 2007, afirma “que los pueblos indígenas son iguales a todos los demás pueblos…” y reconoce el derecho a ser diferentes y a ser respetados como tales; a la autodeterminación, en virtud del cual éstos determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural. En el articulado de esta declaración, se reconoce plenamente a los pueblos indígenas, el derecho a conservar y a reforzar sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales; manteniendo a la vez su derecho a participar plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y cultural del Estado. Las personas indígenas tienen derecho a pertenecer a una comunidad o nación indígena, a practicar y revitalizar sus tradiciones, su cultura, su lengua. El o los Estados tienen la obligación moral y jurídica de adoptar medidas eficaces, conjuntamente con los pueblos indígenas, para que se cumplan estas leyes.

Los otavalos

En Ecuador han sido reconocidos 14 nacionalidades y 18 pueblos indígenas. Uno de esos pueblos perteneciente a la nacionalidad kichwa, es el de los otavalos, asentados históricamente en sus territorios comprendidos entre los cantones de Otavalo, Antonio Ante y Cotacachi, de la provincia de Imbabura. ¿Pero quiénes son los otavalos? Es la etnia más reconocida dentro y fuera de las fronteras nacionales, por su carácter mindalae –comerciantes nativos de tradición ancestral- a quienes muchas veces se los ha comparado con los fenicios de la antigüedad. Su tradicional pelo largo trenzado, su sombrero, pantalón blanco, alpargatas y poncho azul en los hombres; blusa bordada con flores multicolores, anaco oscuro y blanco en las mujeres, los delata en cualquier lugar del mundo su origen étnico cultural.

Con más de 10 mil años de historia, según vestigios arqueológicos; en cuanto al origen de las comunidades imbayas, sarances y otavalos, sí podemos afirmar que en un momento de la migración, tribus procedentes de la rama antillana, fueron interactuando por la necesidad de subsistir con grupos de cazadores-recolectores, lo que generó en un segundo momento, un conocimiento del medio, de las plantas y de los animales; a tal punto que desarrollaron sistemas adelantados de agricultura, irrigación, domesticación, y en una forma lenta y paulatina, empezaron a producir ricas expresiones artesanales, alcanzando también niveles elevados de organización y de producción.
Estas formas de organización fueron las que codiciaron los incas, quienes comandados por Túpac Yupanqui, avanzaron hacia la región de Otavalo, con el afán de dominarlos; ante la cual Hualcopo y Caranqui, junto a otros caciques de Cayambe y Otavalo, organizaron una resistencia inquebrantable que duró aproximadamente 17 años. Seguidamente a las guerras incásicas, llegó la invasión española, a la que guerreros como Píntag y Nazacota Puento, debilitaron tenazmente en su momento, las agresiones de los invasores.

En los obrajes de la época colonial y como proveedores de tejidos en la época republicana, los otavalos fueron ganando reconocimiento y prestigio entre las poblaciones indígenas del país. El Pueblo Kichwa Otavalo es esencialmente migrante, pero con profundas raíces de pertenencia a su territorio, su apertura al comercio nacional e internacional, lo ha colocado como uno de los pueblos indígenas con mayor prosperidad económica en el país y quizá en toda América. El proceso migratorio se inicia en la década de 1940, a países cercanos en sus inicios y otros tan lejanos como Corea y Japón después. En muchos países y de manera especial en Europa y Estados Unidos, conforman colonias muy importantes de otavaleños, donde con las limitaciones del caso, siguen desarrollando y practicando la cultura de sus ancestros.

Actualmente se puede afirmar que los otavalos, ofrecen sus productos artesanales, así como sus manifestaciones culturales, en casi todo el mundo. Factores de carácter histórico: como su tradición mindalae y de tejedores; otros factores relacionados con la particularidad del ser kichwa-otavalo, como son el orgullo étnico cultural; sentido de independencia muy profundo, control del ciclo productivo y del mercado; capacidad de adaptación, mentalidad innovadora; constituyen el mayor legado de sus antepasados.

Cirugía constitucional

Las leyes se deben elaborar con inteligencia y sabiduría, para que su vigencia dure mucho tiempo; más aún la Constitución, que es la ley suprema de una nación, debe ser de vigencia casi perpetua. Esa fue la razón, para que los promotores de la Constitución de 2008, proclamen sin temor alguno que duraría unos trescientos años. Obviamente que una carta magna puede tener imprecisiones, pero estos deben ser evacuados con el tiempo y con la mesura de un cirujano, siguiendo todos los procedimientos legales y éticos, que como texto político sagrado lo demanda.

A lo largo de la historia en nuestro país, la Constitución ecuatoriana, se ha editado en unas 20 ocasiones, muchas veces, respondiendo a los intereses de personajes y grupos de poder, que se han turnado en el gobierno. Con la última constituyente se esperaba que esta realidad histórica cambie, pero lamentablemente podemos constatar que esto no va a suceder, pues desde el ejecutivo se ha ordenado la reforma de una serie de ítems, vía trámite parlamentario, que de alguna forma deslegitimaría la Constitución vigente, que aprobamos con una amplia mayoría en las urnas, los ecuatorianos.

Manipular las leyes y al electorado para lograr un éxito político, no es bajo ningún modo algo ético; más aún si se quiere alterar una Constitución de manera estructural. No se puede atribuir al electorado ecuatoriano, una ingenuidad infantil, como para ocultar que en el tema de las reformas, el punto fundamental para el oficialismo, es el tema de la reelección indefinida para todas las funciones públicas del Estado. El oficialismo puede argumentar cualquier disparate jurídico para hacerlo vía Asamblea Nacional, que sabemos es sumisa al poder central; pero nuestro sentido común, nuestra visión de justicia, nos dice que temas tan delicados, que son de un impacto político y social tan profundos como estos, deben sujetarse a un análisis y debate nacional sin prejuicio alguno, previo sometimiento a un referéndum vinculante, de irrenunciable transparencia certificada. Si no, sencillamente estaríamos cayendo en una dictadura solapada.

El despertar de los mandantes

El encanto del “Flautista de Hamelín” en la política ecuatoriana, parece que empieza a disiparse. La marcha de los trabajadores convocada por el Frente Unitario de Trabajadores FUT y otras organizaciones como la Conaie, del pasado miércoles 17 de septiembre, fue inédito y masivo en el actual periodo de la Revolución Ciudadana. Según reportes de los medios de comunicación, se dieron enfrentamientos violentos entre los manifestantes opositores a la política del gobierno central y miembros de la Policía Nacional, con un saldo de varios heridos y 84 detenciones. Cabe señalar que las manifestaciones pacíficas y el derecho a la resistencia, están consagradas en la Constitución de nuestro país; pero en estas circunstancias, mantener la calma y la cordura, se torna difícil por la intromisión de los miembros del orden público y los ánimos exaltados de los manifestantes.
Ventajosamente la cosa no pasó a mayores; dada la irresponsable convocatoria de parte del oficialismo a una contra marcha que se concentró en la Plaza de la Independencia, a unos cuantos metros de los marchantes opositores, que pudo haber originado una lamentable confrontación violenta entre hermanos ecuatorianos. El gobierno debe entender que aquí en nuestro país se debe gobernar para todos y no solo para una mitad, o peor aún para su grupo de amigos que están en el poder.

No somos ciegos para negar los logros de la actual administración, más que todo en la infraestructura pública, administración que ha sido bendecida con una inimaginable cantidad de recursos económicos, provenientes de esta segunda bonanza petrolera, que son de todas y todos los connacionales. Pero me parece que los logros de la “revolución”, son enturbiados por una serie de desaciertos que empiezan a molestar a las mayorías, como la metida de la mano a la justicia, la criminalización de la protesta social, la degradación de la libertad de expresión, el caudillismo, leyes inconsultas e impositivas, doble discurso, entre otros tantos errores encasillados bajo la lógica de una revolución centralista, vertical y autoritaria.