Cuando escuchamos la palabra petróleo, rápidamente lo
relacionamos con un líquido oscuro y pastoso, sumamente contaminante según la
tradición ambientalista. Además recordamos que es el factor que alimenta
nuestras arcas fiscales, en otras palabras, la fuente de nuestros recursos
económicos. No me imagino qué hubiera sido de nosotros, me refiero al país y
sus gobernantes, sin este apetecido producto natural. ¿Pero realmente somos
justos, cuando satanizamos de manera extrema, la producción petrolera en el
mundo? Caer bajo el romanticismo del discurso ambientalista extremo, es fácil y
hasta dignificante; ¿pero podemos ser consecuentes con ese discurso de eliminar
el petróleo, o por lo menos de disminuir su uso? Para comenzar tendríamos que
renunciar a viajar en un vehículo a motor de combustión, o a volar en un avión,
o a utilizar la electricidad que en muchos de los casos son generados a diesel.
No solamente a eso, sino renunciar también al uso de las carreteras
de asfalto, al aceite que lubrica nuestras máquinas, zapatillas, ropa y
accesorios hechos a base de fibras sintéticas, detergentes, lentes de contacto,
cepillo de dientes, paraguas, bolsas de basura, cascos de protección,
computadoras, celulares, válvulas cardíacas; incluso la vaselina que lubrica
nuestra piel, a esto añadimos la aspirina y drogas para combatir el cáncer;
para nombrar solamente algunos ejemplos. ¿Pero qué tiene el petróleo para que
sea considerado el oro negro? Tiene una mezcla de moléculas de hidrógeno y
carbono que forman todo tipo de enlaces conocidos como los hidrocarburos, de
los cuales se extrae mediante una compleja destilación, una serie de
subproductos de múltiples usos.
La contaminación ambiental por combustión de productos
derivados del petróleo, es un problema contemporáneo muy grave, por lo que urge
buscar tecnologías que remedien esta situación a mediano plazo. El reto está
planteado no solamente a los científicos de los países llamados desarrollados,
sino también a la gente que hace ciencia en nuestros países; porque no está
bien que solo se critique y se censure, sin la mínima capacidad de proponer
alternativas para una convivencia sostenible con nuestra madre tierra.
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