Cuando se había perdido toda esperanza, tuvo que ocurrir un
milagro. Los diez años del correismo fueron traumáticos para el Ecuador y sus
efectos perdurarán por algún tiempo. Para el ecuatoriano medianamente
informado, sin vínculo alguno al partido del Gobierno, la llamada “década
ganada”, no fue más que un desperdicio total, si hablamos de los grandes
cambios que necesitaba el país, tanto a nivel estructural, el cambio a la
matriz productiva, el fomento a las libertades y los derechos humanos, la concreción de un
auténtico Estado Prurinacional, entre otros ítems. La “Revolución Ciudadana”
como lo han contado incluso varios de sus cofundadores, se fue paulatinamente
alejándo de sus preceptos iniciales, para recluirse en una especie de un
caprichoso y enfermizo dominio caudillista. Lo que ya se sabía de dientes para
adentro hoy comienza a develarse en medio de una especie de grotesca
telenovela, donde las pasiones, las traiciones, el robo, el espionaje, la
corrupción, el contubernio, y no sé qué desmadre más, constituyen la trama de
cada capítulo. Por todo esto bajó la popularidad del anterior régimen, por todo
esto la mitad de los ecuatorianos no votó por el continuismo que representaba
Lenín Moreno, por todo esto muchos tuvieron que regresar a ver obligadamente al
candidato banquero.
La historia es conocida, el candidato oficial se impuso en
medio de cuestionamientos a la independencia del Consejo Nacional Electoral y
sospechas de fraude. Aunque el grito de amplios sectores de la sociedad
ecuatoriana se escuchó por todos lados, las cartas ya estaban echadas y las
esperanzas se fueron desvaneciendo con el pasar de los días. Pero el milagro
ocurrió. Contrario a lo que muchos esperaban, el nuevo presidente ecuatoriano
efectivamente se sacudió del correismo y en correspondencia al clamor nacional
abrazó la sensatez y proclamó una lucha
abierta contra la corrupción y la apertura de canales de diálogo entre el
Gobierno y la sociedad civil. Aunque haya sido parte del gobierno anterior,
siempre miré a Lenín Moreno como a un hombre bueno. Por el bien de todos, ojalá
no nos equivoquemos de nuevo.
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