Otavalo ocupa un paradisiaco rincón de la cordillera andina ecuatoriana y una ubicación privilegiada. En el Hemisferio Norte, a un paso de la Línea Ecuatorial, Otavalo está apenas a unos 100 kilómetros de Quito, la capital de la República; a un poco más de una hora del Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre, con vuelos y conexiones a cualquier parte del mundo; a unos 150 kilómetros aproximadamente de la frontera con Colombia. A un tiempo muy cortísimo de la Costa o de la Región Amazónica. Colindante con otros hermosos valles andinos, el Valle del Amanecer surge en la tranquilidad de sus azules cielos, rodeados de imponentes montañas, desde donde se puede contemplar a plenitud la majestad de la creación y la pujanza de sus hijos e hijas, que han impregnado en su tierra su huella indeleble.
Esa será la razón para que los que tomaron vuelo a otras
partes del mundo, entre los que se destacan los comerciantes kichwas, afincados
en la mayoría de países del mundo, retornen cada cierto tiempo, para como dicen
“recargarse” con su madre tierra; y otros que no lo pueden hacer, vivan siempre
con la añoranza del recuerdo y el deseo eterno en el regreso a su tierra, a su
“llakta”.
En la actualidad Otavalo se proyecta al mundo como una
ciudad intercultural, por la particularidad de que aquí conviven dos culturas,
la mestiza y la indígena. La interculturalidad en su estatus pleno,
correspondería a un proceso social complejo, dada nuestra particularidad
histórica; por lo que se puede afirmar que la nuestra, la de Otavalo está en
construcción. Como coterráneos tenemos las herramientas y la materia prima de
gran valía, para proyectarnos hacia la consecución de nuestras aspiraciones,
que es la reconstrucción de Otavalo como una ciudad de Cultura, turismo y
trabajo, acorde a las exigencias del siglo XXI. El reto es nuestro, la de ustedes,
de todos; convertir a Otavalo en una ciudad del mundo, pero una ciudad con
identidad propia. ¡Que viva Otavalo!
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