Considero que la vida apacible del campo, es beneficiosa
para el ser humano, tanto física como
espiritualmente. Sin embargo para bien o para mal, la población mundial tiene
una clara tendencia hacia lo urbano, en nuestro país aproximadamente el 63% de
sus habitantes viven en ciudades. En el caso de Otavalo, la ciudad
paulatinamente va irrumpiendo en el área rural, en este caso en sus comunidades
kichwas, como El Cardón, Santiaguillo, Monserrat, San Juan, entre otros. Este
fenómeno social y urbanístico, va acompañado de temores y satisfacciones, por
un lado mucha gente anhela la comodidad de lo urbano, por otro lado hay un
temor fundamentado por la carga ideológica que representa el urbanismo, en
desmedro de la comunidad indígena rural. De esta forma comienza el debate sobre
el valor del barrio o la comunidad, y se fractura la unidad comunitaria.
Es el caso particular de la comunidad de San Juan, donde el
Municipio tiene previsto intervenir en la rehabilitación de un espacio
ancestral y ceremonial, como lo es “San Juan Capilla” –la plaza del inti raymi-.
Sobre este tema, se ha conformado también un equipo multidisciplinario de
profesionales y líderes kichwas, que de forma espontánea, fundamentada y
acertadamente, han elaborado un proyecto desde la visión de los sabios, para
concertar con las autoridades municipales y hacer prevalecer el conocimiento comunitario,
en un espacio que prácticamente va cediendo a la urbanidad.
El Cabildo Kichwa de Otavalo, nació bajo la proclama de
reivindicar lo comunitario dentro de la ciudad, como una nueva estrategia para
enfrentar los retos, de nuevas realidades sociales y territoriales de los
pueblos indígenas. Bajo esa premisa creo que es más sensato luchar dentro de
esta realidad, ya sea por la reivindicación o la revitalización de los valores
culturales de nuestras comunidades, y por ende de nuestros pueblos; porque
luchar contra la urbanidad en las actuales circunstancias, sería un caso
perdido.
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