¿Pues qué esperan de nosotros los creyentes más acérrimos, después
de ocurrido un temblor? ¿Tal vez que nos arrodillemos a rodilla desnuda y
empecemos a gritar: “perdón Señor que me arrepiento de haber pecado, prometo
cambiar y vivir bajo los mandatos de una de las miles de Iglesias que existen
en el mundo? Es tan fácil y sencillo culpar a alguien por las desgracias que
nos suceden, incluso al mismo Dios. Si Dios nos “castiga” con un maremoto, es
por culpa de los pecadores. Si muere un pariente nuestro en un accidente de
tránsito, ocasionado por un borrachín, no es más que la voluntad del Señor. Si
me fui a trotar un domingo sin irme a la misa y me caí, fue un castigo del
Señor por mal cristiano. Si mañana llegara un asteroide y se estrellara en
nuestro planeta; seguramente desde algún lado del cosmos, Dios estaría jugando
carambolas con nuestro planeta, porque es su deseo el exterminarnos.
¿Sabían que nuestro planeta se mueve a través del espacio, a
una velocidad de 108.000 km por hora? ¿Qué nuestra galaxia la Vía Láctea, donde
se encuentra nuestro Sistema Solar, tiene unos 400.000 millones de estrellas; y
que solo para cruzar nuestra galaxia si tuviéramos la posibilidad de viajar a
la velocidad de la luz, esto es 300.000 km por segundo, necesitaríamos 100.000
años? ¡Pues así de grande es solamente nuestra Vía Láctea, y de ese tipo de
galaxias, nuestro universo está conformado por cientos de miles de millones!
Pues no me pidan que me arrodille ante un Dios tan minúsculo y mundanal,
representado a veces en un viejito blanco de barba canosa. Dios es un concepto
muchísimo más amplio y enigmático que el mismo cosmos, no aquel que me reserva
una piscina de fuego si me porto mal, o aquel que me prohíbe tomar café, o peor
aún aquel que me destinará un paraíso si mato infieles.
La libertad de expresión junto a la libertad de culto, es
una de las columnas fundamentales de una sociedad democrática y la defenderemos
a “capa y espada”. Por favor respeta la creencia de los demás y el mío propio,
que yo respeto como el que más, el tuyo. El que entienda, lo entenderá.
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