Si alguien tiene un trabajo fijo y un buen sueldo,
enhorabuena. Pero la mayoría de ecuatorianos, hombres y mujeres que se dedican
a un sinfín de actividades, entre las que se destacan comerciantes, pequeños
empresarios, agricultores, jornaleros, artesanos y más todo cuentapropistas; no
gozan de esa seguridad laboral, y su subsistencia se remite a la lucha diaria
por cubrir las necesidades básicas de su familia. En época de crisis o llámese de
contracción económica, la situación de estas familias se torna seriamente
dramática. Esto es lo que sucede en estos precisos momentos en el Ecuador, asunto
que se empeoró con el terremoto de abril.
Las ventas, el comercio, la demanda de servicios, han
decaído dramáticamente en los últimos meses. No se necesita ser un experto
economista, para darse cuenta que nuestros gobernantes no supieron manejar con
sabiduría los abultados recursos económicos que se obtuvo en su momento, no
gracias al trabajo acertado de políticos responsables, sino más bien fueron dólares
del generoso precio que tuvo en su momento el petróleo ecuatoriano. Sería
infructuoso enumerar los errores cometidos por el Gobierno Nacional, pero sí es
oportuno pedir que deje de cometerlos, como con los aumentos a la carga
impositiva, medidas draconianas que en vez de aliviar la economía del país,
tienden a empeorarla. Propuestas y contrapropuestas de actores políticos y de
sectores económicos están ahí, en la mesa.
Los alegatos del oficialismo, disculpen la expresión, no
convencen ni a su abuela. La falta de voluntad por rectificar el oneroso
dispendio del gasto público, ha ubicado al actual régimen, en un remolino político
voraz, del que difícilmente podrá salir. Así cerrará su ciclo el gobierno de la
Revolución Ciudadana, mientras el común de los mortales de este país, espera
bajo la sombra de la incertidumbre, que al próximo gobierno, por el bien de
todos, le vaya muchísimo mejor que al actual.
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