De chiste a chiste, últimamente se ha empezado a hablar en serio sobre la reelección presidencial indefinida. La mayoría de los ecuatorianos aprobamos la Constitución de 2008, por considerarla de avanzada, democrática y garantista; si hubiese proclamado la reelección indefinida, seguro que la hubiésemos desechado. Democracia es alternabilidad, en tal sentido quienes propician el poder perpetuo, como dictadores, jefes supremos, e incluso alcaldes que quieren perennizarse en sus puestos, como el de Guayaquil; podrían ser considerados como antidemocráticos, y como tales, enemigos del pueblo.
Con los últimos sucesos eleccionarios, incluso la reelección inmediata por una sola vez, en países como el nuestro, da mucho que pensar y debatir; sin embargo pensamos que puede ser saludable para propiciar cambios estructurales importantes dentro de un país. Pero aferrarse al mando por siempre al puro estilo de las dictaduras del siglo pasado, nunca será justificado por más sentimientos altruistas que se tenga, además que yo sepa ningún dictador o caudillo que se petrifica en el sillón del poder, ha salido con la “bendición de Dios”.
La tentación para el oficialismo en las actuales circunstancias políticas, puede ser muy grande. Queda oportuno hacer un llamado al raciocinio democrático de los entes políticos activos y hegemónicos, a dejar de lado la arrogancia triunfalista y las ambiciones personales en función de construir un Ecuador moderno y de instituciones sólidas e independientes. Por el bien del país se sugiere a los señores y señoras asambleístas, disipar de una vez por todas, ideas tan osadas como el de reformar nuestra Constitución, en pro de una reelección indefinida. Cambios constitucionales como estos, generarían situaciones políticas y sociales que pondrían en serio riesgo, la unidad y el progreso de nuestra República.
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