viernes, 16 de agosto de 2013

El ocaso del turismo

Cuando en una noche fría veo a un grupo de turistas extranjeros, deambular por las calles de la ciudad de Otavalo, siento mucha pena y al mismo tiempo reflexiono. Otavalo y quizá la provincia de Imbabura, parece vivir por hoy un triste ocaso del turismo, que en otros tiempos fue famoso. De hecho como ciudad y como cantón, Otavalo ha bajado considerablemente en el ranking de los destinos turísticos más reconocidos del Ecuador.

Entiendo que el turista llega a Otavalo con el entusiasmo de conocer su gente, su cultura, sus artesanías, su arquitectura, gastronomía, paisajes, entre otros atractivos. ¿Pero qué es lo que encuentra al llegar a la ciudad? Muy poco o casi nada. Para empezar se encuentra con una ciudad que no tiene una identidad arquitectónica; la famosa Plaza de los Ponchos, abarrotada, casi sin camineras y lleno de productos foráneos. La cultura tiende a desaparecer; sin teatros, sin óperas autóctonas, sin eventos culturales regulares, y sin la motivación necesaria para que nuestros jóvenes mantengan su indumentaria o por lo menos su sagrada trenza kichwa otavaleña. La situación es seria. Niños y niñas indígenas que van adoptando prácticas culturales totalmente occidentales, al igual que nuestros hermanos los mestizos. La situación en las comunidades kichwas rurales no difiere mucho de la ciudad, basta constatar algunas alrededor del lago San Pablo, con sus armatostes de cemento y bloque, con jóvenes que han adoptado una extraña subcultura o la vida tribal “emo”. A esto se suma el déficit de hoteles, restaurantes y centros de diversión de categoría pero con identidad. Diríamos, una total decepción para el turista, quien no se reservará sus comentarios en su país de origen.

No olvidemos que el turismo y la agricultura, serán nuestra carta de salvación a nivel de país, en una economía pos petrolera. Es momento también de preocuparnos seriamente del tema turístico, sino estaríamos matando a la “gallina de los huevos de oro”, y eso sería una tremenda irresponsabilidad de todas y todos los otavaleños. ¡Salvemos el turismo!

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