Todavía no había amanecido, pero se sentía mucho trajinar en
la casa; a la luz tenue de una rústica lámpara de queroseno, se distinguía un
bulto enorme cubierto con una tela azul a rayas y presionada con gruesas sogas
de cabuya. Era pequeño y no entendía lo que realmente sucedía, hasta que vi
sollozar a mi madre; era el momento de la despedida, nos abrazamos los tres con
los ojos llorosos; mi padre emprendía un largo y difícil viaje al extranjero,
con una cantidad considerable de artesanía producida en las comunidades. El
retorno y la suerte del viaje habían sido inciertos, tal como me enteré años
después. Muchas cosas sucedieron en este y otros viajes que realizó nuestro
padre a lo largo de los años como “mindalae”, con el afán de sacar a su familia
adelante y brindarnos un futuro mejor.
A razón de que nuestras sociedades son patriarcales, con el
matrimonio es el varón quien asume la responsabilidad mayor de su familia. La
vida de muchos padres de familias kichwas, ha sido y es difícil. Una vez que
han decidido formalizar la unión marital, tienen que buscarse el sustento
familiar, por lo general según la tradición de su “ayllu”. Muchos como
corresponde, inician sus viajes al extranjero en condición de comerciantes.
Existen cantidad de historias que ponen al detalle las peripecias de muchos padres
de familia, muchas veces junto a sus esposas, en este duro trajinar de explorar
el mundo con motivos comerciales de subsistencia; historias que incluso se
sigue suscitando hasta tiempos actuales.
Aunque no comparto del todo, con esos días dedicados a equis
personas, me permito hacer un paréntesis para hacer un justo homenaje y
extender nuestro reconocimiento a todos esos padres de familia que siempre
enaltecieron en el diario batallar, el sacrificio y la persistencia. Agradecimiento profundo a todos los papás,
unos que todavía siguen con nosotros y otros que partieron hacia el infinito.
“Alli kikinpak punchata charipaychi taytakuna”
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