El mundo básicamente por la revolución tecnológica, ha
cambiado abruptamente en este último cuarto de siglo y el Ecuador no ha sido la
excepción. Desde el levantamiento indígena de 1990, el país ha experimentado
transformaciones sociales y políticas que para bien o para mal, son
significativas y de alguna forma van marcando el camino por donde debemos
seguir. Nuestra clase política ha cometido errores garrafales que en su momento
sería saludable que lo reconozcan. Hemos tenido en la última década el segundo
boom petrolero que nos materializó muchísimo dinero, pero que el gobierno que
alista ya sus maletas, no la supo optimizar como debe haber sido. Claro que
queda algo importante, como queda también nuestra enorme deuda con China, la
infraestructura; como carreteras, edificios, hidroeléctricas, entre otros
productos tangibles, que hemos obtenido como cualquier padre de familia, al que
le ha caído un buen billete y se compra electrodomésticos y ropa de marca.
Pero esa infraestructura es un bien de paso, como las escuelas del milenio sin seguro que se destruyeron durante el terremoto pasado. Un panorama mejor nos hubiésemos pintado ahora, si desde el principio el Gobierno Nacional hubiese destinado con delicadeza y celo absoluto los recursos económicos de todos los ecuatorianos, hombres y mujeres. En vez de despreciar; incentivado la creación de empresas productivas y la potenciación de otros que ya estaban en funcionamiento, con asistencia técnica, incentivos tributarios, dotación de recursos económicos; en otras palabras enseñar a la gente a que sea productiva, que trabaje, sin esperar las dádivas del gobierno.
Pero esa infraestructura es un bien de paso, como las escuelas del milenio sin seguro que se destruyeron durante el terremoto pasado. Un panorama mejor nos hubiésemos pintado ahora, si desde el principio el Gobierno Nacional hubiese destinado con delicadeza y celo absoluto los recursos económicos de todos los ecuatorianos, hombres y mujeres. En vez de despreciar; incentivado la creación de empresas productivas y la potenciación de otros que ya estaban en funcionamiento, con asistencia técnica, incentivos tributarios, dotación de recursos económicos; en otras palabras enseñar a la gente a que sea productiva, que trabaje, sin esperar las dádivas del gobierno.
Bien o mal, ahora no hay dinero ni para pagar el sueldo de
la enorme burocracia que se infló a tamaño colosal. Aunque se diga que “el
hombre es el único animal que se tropieza dos veces en la misma piedra”, es
necesario aprender de nuestros errores para poderlos enmendar. Porque la virtud
de un gobernante no está en gastar el dinero, sino en superar crisis y
dificultades. Gran tarea para el próximo gobernante.
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