Lejos de la potestad de los asambleístas y la funcionalidad de las reformas constitucionales, las llamadas enmiendas constitucionales que fueron empujadas como dé lugar por el oficialismo hacia su aprobación, marcaría el inicio de un doloroso proceso social y político, hacia una enésima constituyente ya anunciada por algunos sectores intelectuales en el Ecuador. Sin poder avizorar cuáles son las ocultas intenciones de Alianza País, pero con la claridad de que todo esto fue un tremendo desatino político del presidente Correa, debemos tener en cuenta y sin olvidarnos que toda esta maniobra política atropelló muchas cosas en su camino, el más importante, nuestro derecho a pronunciarnos por nuestro destino en las urnas, en una consulta popular.
La lógica oficialista se sintetiza en: “nosotros somos los representantes del pueblo y decidimos por él”. En parte tienen razón, son nuestros o vuestros representantes, pero no tienen un poder omnipotente de decisión, así de claro; ellas y ellos no puede venir a decidir por ejemplo, por la disolución de nuestra República, o la anexión a otra, o la instauración de una dictadura tecnocrática, peor a sabiendas del desacuerdo general; eso es una actitud oportunista y antidemocrática que en algún momento les cobrará tremenda factura. El divorcio ideológico entre los que gobiernan y gobernados es total, los primeros se alejaron de la vocación democrática de nuestro pueblo.
En toda esta maraña de sucesos políticos, económicos y sociales, es claro que existe un gran perdedor, que obviamente es Ecuador, nuestro país. Lamentablemente, el conflicto político se acentuará con más fuerza; revertir las reformas, como también revisar nuevamente nuestra Constitución de “trescientos años”, que ávidos de cambio apresuradamente aprobamos, nos costará mucho.
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