El panorama es complejo, los quiteños o los quitus todavía no se habían habituado completamente a los incas, pues estos últimos ni siquiera habían completado un siglo de haber llegado a tierras norteñas, en calidad de conquistadores, y seguramente seguían un tanto mal vistos por los nativos. Además el enorme aparato administrativo centralizado del Tahuantinsuyo, había quedado tremendamente fracturado y descabezado a la llegada de los conquistadores españoles, y esto explica como un puñado de hombres lograron refundar la villa de San Francisco de Quito en 1534. El 15 de agosto Diego de Almagro había fundado en Riobamba lo que se llamó Santiago de Quito, para demostrar que era él, la autoridad española con esa potestad; el 28 de agosto fundó San Francisco de Quito, pero lo hizo a distancia, sin haber llegado Quito; según consta en acta, la villa de San Francisco debía establecerse en el sitio que los indios llamaban Quito, por lo que Almagro encargó a su compañero de armas, Sebastián de Benalcázar hacer efectiva esta disposición, al pie del cerro Pichincha.
Benalcázar tardó cerca de tres meses en llegar a Quito, según historiadores, la demora se debió a varias razones, principalmente la conocida y feroz resistencia indígena liderada por Rumiñahui, quien quemó la ciudad y escondió sus tesoros, dejando a Benalcázar solo cenizas. El 6 de diciembre junto a 300 hombres, Benalcázar fundó definitivamente la villa de San Francisco de Quito; después se registraron 205 colonos españoles, para dar inicio con sus trazados y repartición de solares, lo que sería la ciudad española de Quito. De esta forma sobre la sangre y el desastre de nuestros antepasados, quedaría sellado el simbólico inicio de cinco siglos de opresión sobre las culturas locales. Eso es lo que se festeja cada 6 de diciembre.
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