Muchas veces tenemos la inclinación a pensar que nuestros
gobernantes o los gobernantes del mundo, son una especie de personajes de
altísimo nivel y preparación, incluso tenemos la tentación a creer que son una
especie de entes iluminados, que en su momento sabrán tomar la decisión más
adecuada para sus gobernados. Para nada, son personas como usted o yo, comunes
y corrientes, con sus virtudes y miserias, o quizá peor en muchos casos. Esto a
razón de que muchos de ellos, tienen el poder inclusive de iniciar, la
destrucción total de nuestro planeta Tierra.
Con el “naufragio” de la antigua URSS y el
“desmantelamiento” del Pacto de Varsovia, se proclamó el fin de la Guerra Fría,
se pensó quizá erróneamente que el peligro de una guerra nuclear se había
terminado; pero deberíamos recordar que las armas nucleares de las
superpotencias quedaron intactas, más peor aún, pudieron haber diseminado por
otros países del tercer mundo, proclives al terrorismo y a la guerra. El
terrorífico inframundo de las “bombas atómicas” yace bajo la aparente pasividad
consumista y el desarrollo tecnológico que nos ha embriagado, afectando nuestra
sana percepción de la realidad. El celo y el recelo, los intereses económicos,
la envidia, la venganza, el fanatismo ignorante, suenan a un pleito entre dos
comadres del vecindario; pero no es así, son pasiones que mueven a las
potencias, tanto occidentales como orientales.
En el escenario bélico de Siria, Rusia presidido por el
antiguo agente de la temida KGB, Vladímir Putin, se ha erguido nuevamente como
potencia militar, dentro de la política mundial y parece que el mundo se
encamina hacia una nueva polarización. El peligro de una confrontación militar
a escala global todavía está presente, ahora más que nunca. Si algún organismo
supra nacional no es capaz de consensuar un desarme mundial a mediano plazo, la
humanidad corre un serio riesgo de la aniquilación total. Está claro, desde las
grandes guerras del siglo XX, la humanidad no ha madurado nada.
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