Lejos del mito de los ovnis, que más bien parecen responder
a pruebas de vuelo ultrasecretas de gobiernos de países que ostentan ser potencias tecnológicas, y otras a la enorme
capacidad fantasiosa de los mortales, a menos que sea como muchos lo suponen,
una conspiración de dimensiones inimaginables; la existencia de vida
inteligente fuera de nuestro planeta Tierra, podría ser más certero que
encontrar una pepita de oro en una enorme playa.
La búsqueda de civilizaciones superavanzadas fuera de
nuestro mundo, ha sido una ardua e infructuosa tarea hasta ahora, que incluso
astrónomos reconocidos sostienen la imposibilidad de que haya vida alienígena
altamente inteligente en el universo “cercano”; o, si las hay, no han dejado
rastro alguno en las galaxias cercanas a nuestra Vía Láctea. Se supone que en
el caso de que existiese una civilización tipo III, la más avanzada que podría
existir en el universo, esta aprovecharía los recursos energéticos de toda su
galaxia. En este proceso, se cree, que se filtraría una gran cantidad de calor
residual en el espectro infrarrojo medio. En contraparte y para sorpresa de
esta tesis, científicos de la Universidad de Yale, han alertado sobre patrones
inusuales en el brillo de una estrella lejana, que sometido a un análisis
minucioso, dan como resultado una alta probabilidad de responder a la
obstrucción creada por una megaconstrucción alienígena.
Hace apenas cinco meses se produjo uno de los
descubrimientos más sorprendentes dentro de la astronomía, el de Kepler-452b,
un exoplaneta que orbita a la estrella Kepler-452, una enana amarilla ubicada
en la Constelación Cygnus, descubierta por el telescopio Kepler, al cual debe
su nombre. Es el primer cuerpo planetario de dimensiones y características similares
al de la Tierra, cuya existencia ha sido confirmada, hasta ahora. Si
pretendiéramos viajar a este mundo, en una nave como la New Horizons, la más
veloz construida hasta ahora, tardaríamos 24,8 millones de años, pues está a
1400 años luz de distancia del Sistema Solar.
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