Es sabido que a ningún país del mundo, amparado en el
clásico discurso del nacionalismo y soberanía, le gustaría ceder un centímetro
de “su territorio”. Algunos con más fundamentos que otros, las naciones siempre
desbordarán fervor y apoyo popular, en cuanto a este tema. Muchos ya tuvimos
que vivir, el drama del último conflicto bélico suscitado, hace ya más de
veinte años entre Ecuador y Perú. En aquella ocasión la cita célebre del
Presidente ecuatoriano Sixto Durán Ballén fue: “Ni un paso atrás”. En asuntos
de territorio, creo que más prevalece el derecho y la jurisprudencia
internacional, antes que la justicia y el derecho histórico.
Traigo a colación esta pequeña reflexión, a propósito del
reclamo boliviano de una salida soberana al Océano Pacífico. Remontándonos en
los confines de la historia, hace muchísimo más de un milenio, que la cultura o
Reino de Tihuanaco, originaria de las regiones bolivianas del Lago Titicaca, se
expandía hasta las regiones sur y norte, de Perú y Chile respectivamente.
Incluso ya en época republicana, el Estado boliviano se configuraba como debía
de ser, hasta el Pacífico. En 1878, Hilario Daza, hijo ilegítimo de un acróbata
italiano, quien después llegaría a fugarse del país con el erario nacional,
llegó al poder en Bolivia; quien incremento los impuestos a las minas de guano,
en manos chilenas, que el anterior gobernante había prometido no hacer. Chile
irrumpió con su ejército la zona, llegando a ocupar incluso parte del
territorio peruano. Con el tiempo, finalmente Chile devolvió parte de la zona
ocupada a Perú, pero esto no sucedió con la parte boliviana.
Es pertinente y extraordinariamente justo, que Chile sin
condicionamiento alguno, ceda una salida
soberana y proporcional, al Estado Plurinacional de Bolivia al Océano Pacífico,
para que esto permita marcar paso, por las sendas del progreso, en las que se
ha fijado ahora; para que pueda también este país hermano, abandonar su estigma
de uno de los países más pobres y atrasados del continente.
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