No hace mucho, en una de las redes sociales, se notó la
publicación de una fotografía que seguro llegó profundo a muchos: una anciana
maltratada al borde de la calle, y una leyenda que más o menos decía así:
“Cuidé y crié a seis hijos, ahora nadie me puede cuidar”. ¡Tremendo! Un mensaje
impactante que no se aleja de la realidad. El sacrificio que realizan los
padres, en especial la madre de familia, en cuanto al cuidado de su crío, es
invalorable y se extiende más allá de la edad adulta. El embarazo, los dolores,
el parto, el amor, el cariño, la salud, la alimentación, vestimenta, entre
muchos otros regalos que nos han proporcionado como hijos e hijas, muchas veces
no son lo suficientemente reconocidos. La gratitud como uno de los valores y
legados de nuestros padres, por hoy se pierde en el ajetreo del mundo moderno, el trabajo, la diversión y
el quemeimportismo hacia nuestros viejos.
La cultura occidental caracterizada por el institucionalismo,
han creado guarderías y escuelas para nuestros niños; asilo de ancianos para
nuestros viejos, sitios destinados a recluir a los adultos mayores, lugar donde
alguien los cuida, pero que en realidad son hospicios donde nuestros mayores,
literalmente se alojan para esperar la muerte, lejos de sus seres queridos; a
razón de que sus hijos están muy ocupados y no pueden hacerse cargo de ellos.
Los que tienen menos suerte incluso pueden terminar absolutamente solos o en la
calle.
La tradición andina en estos casos demanda o demandaba otro
tipo de responsabilidades para con nuestros viejos; más humana, más respetuosa
y más justa, en la que los ancianos seguirán al cuidado afectuoso de su familia,
por el resto de sus días. Estos son los valores que se anteponen a una vida
contemporánea, en la que el dinero prima en la supervivencia familiar; tiempos
en que el tiempo para compartir la sabiduría de nuestros viejos, la dulzura y
la inocencia de nuestros hijos, se limita cada vez más. Seamos más agradecidos
con nuestros mayores, no nos olvidemos de ellos. Recordemos que ese será
nuestro retrato y nuestro destino también.
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