viernes, 11 de octubre de 2013

Crisis existencial y la felicidad

Ciertamente muchos habremos padecido una crisis existencial en alguna etapa de nuestras vidas. Enhorabuena haber trascendido un poco más allá de la trivialidad conceptual de lo que representa nuestra vida, nuestra existencia y haber divagado en aquel vasto universo de preguntas y respuestas. Pero salir airoso de esta etapa confusa de nuestra existencia es difícil, si no tenemos los suficientes insumos intelectuales para hacerlo, dentro de una intelectualidad entendida como sabiduría recabada no solamente en los bancos del conocimiento humano, sino también en la capacidad de poder percibir adecuadamente nuestro universo inmediato.

Sin haber alcanzado el nivel conceptual de la vida y de la felicidad de aquel monje que vendió su Ferrari, he osado en descubrir cuál es la razón de nuestra existencia, ¿Para qué estamos aquí en este mundo? ¿Cuál es nuestro propósito? Me he encontrado con varios amigos que buscan respuestas a estas preguntas y yo he sido enfático en responder para calmar sus aflicciones: El propósito de nuestra existencia es ser felices y hacer felices a los que nos rodean. Es la regla básica que construye y retroalimenta la felicidad de cada uno de nosotros.


En un mundo que sinonimia  el poder, el dinero y la fama con la felicidad; en un mundo lleno de egoísmos, es difícil centrarnos en la luz de este precepto, pero ahí está el reto y la respuesta, si queremos verdaderamente descubrir la genuina felicidad, en el círculo virtuoso de que para ser felices hay que repartir felicidad, que por cierto es una amalgama de sensaciones difícil de explicar. ¿Pero cómo hacer felices a los que nos rodean? La respuesta está en compartir. Por más pobres que seamos, tenemos mucho que compartir con los demás: una sonrisa, un saludo, brindar nuestra confianza, nuestra ayuda, nuestro cariño, nuestro amor sincero, nuestra comprensión. Bien decía San Francisco de Asís, que “Es feliz quien nada retiene para sí”

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