viernes, 5 de enero de 2018

Religión, conocimiento y convivencia

Aunque la ciencia y la técnica ha avanzado vertiginosamente durante el último siglo, solamente un porcentaje muy reducido de seres humanos han intentado rebasar los límites del entendimiento humano sobre su propia existencia y el lugar que ocupamos en el universo. El resto de seres humanos todavía se encuentran atados a conceptos arcaicos sobre la existencia y la divinidad. El concepto medieval de dioses caprichosos y todopoderosos, que nos ofrecen el cielo o el infierno, todavía siguen vigentes. Han proliferado sectas y religiones que pretenden compartir una verdad que nace desde algún dogma, o simplemente buscan espacios de poder y dominación, con claros intereses económicos.


En medio de esta realidad, considero que solamente el estudio, la ciencia y la reflexión minuciosa, nos puede liberar y acercarnos a la verdad. A pesar de esto hay que comprender también, de que las creencias religiosas constituyen una fuente de esperanza y luz, para la mayoría de seres humanos, que no han sido capaces de mirar más allá de su propio horizonte. Las religiones como se conoce a través de la historia, a pesar de constituirse en puntos de fatales discordias entre los seres humanos, han podido de alguna forma establecer con buena influencia, normas de comportamiento éticas y morales en la mayoría de las sociedades. Sin embargo, a estas alturas de la civilización del Homo Sapiens, en la que, casi la mayoría absoluta de sus miembros profesa alguna creencia religiosa donde se predica la piedad y la hermandad, no se ha podido desterrar la violencia, el egoísmo y la crueldad. Las guerras o las amenazas de aniquilación entre hermanos, están al orden del día. Para contrarrestar esta dramática realidad, se debería dar énfasis en el tema de la legalidad, la ética y la moral laica desde muy pequeños, como un mecanismo de convivencia pacífica, donde prime los derechos humanos sin condicionamientos. Por eso es muy importante, más que todo en términos políticos, luchar por la legalidad, la institucionalidad democrática y un combate férreo e intolerante contra la corrupción.

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