viernes, 22 de diciembre de 2017

Algo peor que la muerte

La desaparición de un menor, es una tragedia familiar que incluso supera la muerte. Con un niño desaparecido no se podría encontrar paz ni tranquilidad durante toda la vida, sería un martirio, una tortura, una agonía eterna; algo horrendo e indescriptible por lo que han tenido que pasar miles de familias ecuatorianas, como en el reciente caso de la niña lojana Emilia Benavides. La niña Benavides fue encontrada sin vida, con evidentes señales de violencia. ¿Qué clase de monstruo puede hacer semejante daño a una criatura? Como no podía de ser de otra manera, este hecho macabro y demencial, ha conmocionado al país entero; movilizando gente en la misma ciudad de Loja, en las redes sociales, e incluso las autoridades como de la Policía Nacional y Fiscalía, han efectuado una respuesta inmediata, como siempre debería ser.

El rapto de menores debería ser tipificado como un delito igual o peor que la de un asesinato, con la sanción más drástica posible. Más que cambiar normas legales y sanciones, que por cierto reitero son necesarias, es sumamente importante contar con un organismo profesional de investigación para estos casos; algo de la que adolece nuestro país, según Telmo Pacheco, presidente de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador. Algunas personas incluso no vacilan en pedir la cadena perpetua o la pena de muerte, en casos como violación y muerte de niños y niñas, contradiciendo lo que dicta nuestra constitución y la tradición cristiana de los ecuatorianos. Como ya se ha visto, el riesgo de endurecer las penas en países como el nuestro, es la falta de efectividad del sistema judicial, muchas veces supeditado a los poderes políticos de turno, o peor aún a la galopante corrupción que pasea por las instituciones del Estado. Si la justicia no está garantizada, corremos el riesgo de enviar gente inocente a la cárcel, y esto sería lo peor.

El amor y el cuidado a niños y ancianos, refleja el grado de desarrollo de una sociedad, la efectividad de sus instituciones y más que todo la calidad humana de sus miembros. Niños felices e inteligentes, es nuestra garantía para una sociedad mejor.

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