Para nadie es desconocido que los accidentes de tránsito se
han incrementado en los últimos años y que las vías del país están teñidas de
sangre y dolor. Absolutamente nadie está seguro y las cifras publicadas
enfunden terror y temor. Obviamente que las autoridades de control tienen un
índice alto de responsabilidad frente a estos hechos, básicamente porque no han
podido establecer una política efectiva que logre estabilizar o en el mejor de
los casos disminuir drásticamente estos índices de siniestralidad. De acuerdo
con una información de la Agencia Nacional de Tránsito (ATN), “el 50, 09% de
los accidentes se produce por impericia o imprudencia del conductor, el 13,2%
por irrespeto a las normas de tránsito, el 12,31% por exceso de velocidad, el
9,73% por embriaguez, el 7,69% por condiciones extremas sin determinar y el
6,99% por imprudencia de otros involucrados.
Hace poco se firmó un Pacto Nacional de Seguridad Vial,
entre los representantes de los transportistas, de la sociedad civil y del
Gobierno Nacional, justamente para trabajar en un plan de acción que disminuya
la siniestralidad en el país. Ninguna acción tendrá los resultados esperados si
no se toma el problema con la seriedad requerida y la apuesta en una acción
integral. Erróneamente pensaron nuestros “honorables” asambleístas que con
sanciones más drásticas y la distribución de competencias se lograría mitigar
los problemas de movilidad y transportación en el país. En esto seguiremos
enfáticos en señalar que se necesita una capacitación vial permanente, control
y más control. No sé a quién se le ocurrió esto de la creación de los Agentes
Civiles de Tránsito, que me parece un despilfarro de recursos y aumento de una
burocracia inoperante. Por otro lado he visto a señoritas policías recién
graduadas, que más se dedican a pasear entre compañeras y hablar por teléfono,
que a efectuar algún tipo de control; muy necesarios en carreteras,
intersecciones, semáforos, salida de escuelas, pasos cebras, parada de buses,
etc. Las autoridades de tránsito deben estar ahí, para educar, controlar y
sancionar.
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