viernes, 14 de agosto de 2015

La propaganda

No me gustaría pensar que para el Gobierno Nacional, el pueblo sea una enorme bola de idiotas. A eso nos empuja la avalancha de la propaganda oficial, con motivo del levantamiento indígena y el paro nacional convocado por distintas organizaciones gremiales y sociales del país. La propaganda como se conoce, es un mecanismo comunicacional, manejada técnicamente para ejercer un cambio de comportamiento en las masas; ejemplo de ello, es la influencia que ejercen las grandes transnacionales, para mantener predispuesta a la gente hacia el consumismo. La idea de la propaganda muchas veces es, inducirnos hacia un estado de somnolencia, para vendernos piedras en vez de oro, o meternos gato por liebre.

La propaganda política es una artimaña que han utilizado muchos políticos, de manera especial los dictadores, con la pretensión de mantener engañada a la gente. Con la invención y el auge de los medios masivos de comunicación en la primera mitad del siglo XX, varios países y potencias involucradas en las dos guerras mundiales, no vacilaron en acudir a este recurso, para direccionar favorablemente la opinión de las masas. Los que manejaron con destreza la propaganda política en este periodo, fueron los alemanes nazis, quienes pretendieron instaurar un imperio de maldad por mil años.

Debo confesar que me incomoda enormemente, el descaro con el que se maneja la propaganda gubernamental, durante el horario estelar de la televisión nacional. Mientras esperamos ansiosos las novedades del noticiario de un canal independiente, arremete irrespetuosamente la propaganda oficial, y no por cinco o diez minutos, sino a veces por más de veinte. El Gobierno Nacional cuenta con una cantidad de medios de comunicación, de prensa, radio y televisión; además la presidencia dispone de la tristemente célebre “sabatina”; entonces ¿cuál es la necesidad de bombardearnos con tantas cadenas y enlaces, que poco o nada nos interesa? No somos una bola de idiotas, somos un pueblo digno con criterio formado, conocemos a cabalidad cuales son los logros y los tremendos desaciertos de la actual administración. Al igual que la mayoría de los ecuatorianos exigimos rectificaciones, y no permitiremos que moldeen ilegalmente la Constitución, a la medida de sus propios intereses.

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