No me gustaría pensar que para el Gobierno Nacional, el
pueblo sea una enorme bola de idiotas. A eso nos empuja la avalancha de la propaganda
oficial, con motivo del levantamiento indígena y el paro nacional convocado por
distintas organizaciones gremiales y sociales del país. La propaganda como se
conoce, es un mecanismo comunicacional, manejada técnicamente para ejercer un
cambio de comportamiento en las masas; ejemplo de ello, es la influencia que
ejercen las grandes transnacionales, para mantener predispuesta a la gente
hacia el consumismo. La idea de la propaganda muchas veces es, inducirnos hacia
un estado de somnolencia, para vendernos piedras en vez de oro, o meternos gato
por liebre.
La propaganda política es una artimaña que han utilizado
muchos políticos, de manera especial los dictadores, con la pretensión de
mantener engañada a la gente. Con la invención y el auge de los medios masivos
de comunicación en la primera mitad del siglo XX, varios países y potencias
involucradas en las dos guerras mundiales, no vacilaron en acudir a este
recurso, para direccionar favorablemente la opinión de las masas. Los que
manejaron con destreza la propaganda política en este periodo, fueron los
alemanes nazis, quienes pretendieron instaurar un imperio de maldad por mil
años.
Debo confesar que me incomoda enormemente, el descaro con el
que se maneja la propaganda gubernamental, durante el horario estelar de la
televisión nacional. Mientras esperamos ansiosos las novedades del noticiario
de un canal independiente, arremete irrespetuosamente la propaganda oficial, y
no por cinco o diez minutos, sino a veces por más de veinte. El Gobierno Nacional
cuenta con una cantidad de medios de comunicación, de prensa, radio y
televisión; además la presidencia dispone de la tristemente célebre “sabatina”;
entonces ¿cuál es la necesidad de bombardearnos con tantas cadenas y enlaces,
que poco o nada nos interesa? No somos una bola de idiotas, somos un pueblo
digno con criterio formado, conocemos a cabalidad cuales son los logros y los
tremendos desaciertos de la actual administración. Al igual que la mayoría de
los ecuatorianos exigimos rectificaciones, y no permitiremos que moldeen
ilegalmente la Constitución, a la medida de sus propios intereses.
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