Dentro de los detractores y críticos de Rafael Correa y el gobierno de Alianza País, está una
amalgama de posiciones confusas y sui géneris; unos le acusan de no ser
realmente un gobierno socialista de izquierda, con el argumento de que sigue el
modelo extractivista y de sumisión a los capitales internacionales. Otros lo
acusan de pregonar y tener la intención de establecer un Estado socialista y
totalitario tipo Cuba o Corea del Norte. A pesar del fracaso del modelo
socialista ruso y el declive del modelo capitalista occidental, parece que la
pugna entre estas dos corrientes ideológicas de antaño, está todavía para
largo.
Aunque muchos intelectuales califiquen al llamado Socialismo
del siglo XXI, meramente como un populismo caudillista, que aglutina diversos
sectores, incluso prominentes representantes de la llamada “partidocracia” y
una cierta casta de políticos izquierdistas, que añoran y se aferran casi
endémicamente a postulados y discursos caducos del siglo pasado, como un
mecanismo de llegar al corazón del electorado; considero que en el caso de Ecuador,
como no podía ser de otra manera, sí se han hecho cambios importantes, o por lo
menos se ha tenido la intención de cambiar aspectos estructurales que nos
mantenían como un mero país tercermundista y excluyente. Pero esto no le da
derecho a nadie, a vulnerar nuestra democracia y más que todo nuestra
Constitución, desde una oficina adyacente de Carondelet, o a santificar de una
manera inconsciente, un caudillismo desnaturalizado y medieval en el Ecuador
contemporáneo.
Cualquier ecuatoriano de una inteligencia media, puede darse
cuenta de que la importante inversión social del gobierno actual, se debe
exclusivamente al segundo boom petrolero que acaba de fenecer. Los cuantiosos
recursos económicos de los últimos años, simplemente fueron gastados de una
manera alegre y despreocupada. El cambio de la matriz productiva en el Ecuador,
no pasa de ser una simple proclama política, y ahora sin recursos suficientes,
mucho más. La democracia y las libertades en el Ecuador, está en entre dicho.
¡Por eso, tenemos el derecho de decir: ya no más!
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