Una carnicería como la que está sucediendo en la Franja de
Gaza, dentro del conflicto palestino-israelí, debe ser condenada sin vacilación
alguna. Pero parece que los intereses políticos regionales y geopolíticos,
priman más que el valor de la vida humana, esto ante la impávida expectación de
los organismos y países llamados a hacer respetar un alto al fuego inmediato.
En este conflicto de complejidad muy extensa, es fácil llevarse por nuestra
emotividad ideológica y maldecir al “cuco” sanguinario del Estado de Israel o a
las milicias extremistas del grupo Hamas. En una guerra todos son asesinos,
pero en perspectiva de cada bando, son luchadores y patriotas que gozarán
incluso del beneplácito de sus dioses. Aquí nuestro enemigo general debería ser
la guerra y quienes pregonan por ella, la dirigencia de los dos bandos, a las
que no ha importado en absoluto poner a civiles e incluso niños en la mira de
sus fierros infernales.
El arsenal nuclear de la Guerra Fría sigue intacto y el peligro de una
aniquilación en términos globales también. El guía supremo iraní, el ayatola
Ali Jamenei, acusó a Israel de estar cometiendo un “genocidio” en Gaza y pidió
al mundo islámico que arme a los palestinos para luchar contra el “régimen
sionista”. Si esto sucede –como muchos lo querrán- el polvorín del Medio Oriente
podría explotar afectando incluso la paz global, en un mundo en que los
nacionalismos belicosos parecen resurgir nuevamente. El presidente
estadounidense Barack Obama ha declarado que cualquier solución a largo plazo
del conflicto pasaría por “desarmar a los grupos terroristas y desmilitarizar
Gaza”. Obviamente a Israel y occidente no le interesa el establecimiento de un
Estado Palestino, y los palestinos con todo su derecho histórico, tampoco
renunciarán a su patria; tornando aquel conflicto a su punto inicial.
En cualquier tipo de conflictos bélicos y más que todo en
los conflictos internacionales el papel protagónico de la ONU en la búsqueda de
una solución inmediata, debe ser inexcusablemente protagónico. Esperemos que
las mentes de los líderes mundiales se “iluminen” y que puedan dirimir con
sabiduría en esta clase de conflictos.
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