Categóricamente solo existe una sola raza.
¿Entonces cabe hablar de racismo como un fenómeno social?, sí y no, sería la
respuesta. No, porque el término racismo tiene su origen en la palabra raza y
en la falsa creencia de que la humanidad se divide en razas. Hoy se sabe que
solo existe una sola raza, la raza humana; entonces por ese
lado el “racismo” es un término que está de sobra en el diccionario social. Por
otro lado este término se ha afianzado tanto en el diccionario popular, para
denotar sentimientos etnocéntricos de un grupo humano, en menosprecio de otros
que fisiológica y culturalmente son diferentes.
Los países de la región andina albergan en su seno una población que se identifica claramente como mestiza, y esa es la identidad que incluso a regañadientes se ha aceptado en forma general, como parte sustancial de la “cultura nacional”. En países como Perú, Bolivia y Ecuador, podemos afirmar sin temor alguno, que son latitudes, donde la población mayoritaria es indígena, aunque los mismos se aferren a esconderlo; para corroborar esta situación, basta un pequeño estudio de características fisonómicas y culturales de sus habitantes.
¿Entonces porqué ese afán de querer ser, lo que no son? La respuesta se esconde en el doloroso proceso de la conquista y el colonialismo europeo, que sufrió nuestra América nativa, hace varias centurias; donde el hombre blanco europeo a expensas de cierto desarrollo tecnológico, se erigió vencedor como el amo y señor del mundo, para esclavizar, explotar y dominar. El racismo se convirtió en doctrina y se impregnó en lo más profundo del ser, el ideal del hombre inteligente y triunfador era blanco. Todos querían ser blancos.
Curioso y despreciable aún más, que en países como el nuestro, los mismos que, hace tres o cuatro generaciones eran “naturales” identificados, hoy quieran pasarse de mestizos o blancos y te descalifiquen con actitudes racistas. El racismo o etnicismo, una tragedia humana tan presente en “civilizaciones de primera línea”, como Italia y Estados Unidos; qué pena.
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