Hace ya más de cuatro meses
que aconteció en Otavalo, una monstruosa noticia. Una mujer kichwa fue agredida
salvajemente por su pareja, con un pico de botella, con el cual le propinó
cortes muy graves en los ojos y estos le ocasionaron la pérdida total de la
vista. Increíble constatar tanta irracionalidad sostenida por el alcohol y los
celos, a la vuelta de nuestras casas, y más aún parte nuestros corazones, saber
que sus hijos pequeños presenciaron este macabro hecho. En este caso no sé que
sería lo justo a la hora de juzgar al infeliz que la agredió. Se podría
equiparar a un asesinato, o más que eso, pues el muerto descansaría en paz;
pero pensemos en la pobre señora que tiene que vivir toda su vida en la
oscuridad y encima velar por sus hijos. Terrible dilema para los jueces.
Por estos días, otra noticia horripilante
sacude una vez más la conciencia ciudadana del norte ecuatoriano. Cerca de
Otavalo otra mujer kichwa, docente, fue atacada salvajemente y violada por tres
descerebrados que ventajosamente han sido detenidos. En los dos casos se genera
un terrible dolor en sus familiares, que difícilmente podrán recuperarse del
shock psicológico al que han sido expuestos. Todos nos preguntamos ¿qué nos
está pasando? ¿Dónde están los valores como el respeto al prójimo, que nos
inculcaron nuestros padres y nuestros guías espirituales? No cabe duda que la
crisis generada en la familia, la escuela y la sociedad, son los responsables
de esta degeneración social. En tal virtud podemos señalar que nosotros como
padres, maestros y gobernantes; más que asumir una mea culpa, debemos
obligarnos a reflexionar en la remediación de una sociedad que va en retroceso,
en cuanto a los valores humanos que nos diferencian de las bestias. Y la
remediación puede estar en el ejemplo, en el respeto a la humanidad, a la
persona, a sus diferencias, a sus preferencias. Cuando se pierde el respeto que
todas y todos nos merecemos, la bestialidad oculta en lo humano puede salir de
parte a parte. Un mensaje para padres, maestros y gobernantes.
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