Pero estos recursos económicos logrados a base de
innumerables sacrificios en el exterior, no son reinvertidos adecuadamente,
sino más bien destinados básicamente a la compra de propiedades, vehículos y
bienes suntuarios. Esto es un problema muy serio, si es que se lo analiza
adecuadamente. Son millones de dólares mal invertidos que potencialmente
podrían reactivar el precario aparato productivo local, que se sostiene a
medias, gracias a la persistencia de los artesanos otavaleños, que están a
punto de colapsar económicamente. Alguien podría preguntarse ¿Cómo es eso de
que hay dinero y no hay dinero? La respuesta es fácil: hay dinero mal invertido
que se disipa rápidamente.
Es increíble notar que en la mayoría de los casos, los
artesanos otavaleños no han podido renovar sus vetustas maquinarias, ni tampoco
diversificar sus diseños y sus productos. ¿Quiénes son los responsables de este
estancamiento? Pues todos, ustedes, nosotros; los dirigentes que no han podido
conciliar programas de actualización productiva con los diferentes estamentos
gubernamentales; pero básicamente las autoridades, pues son ellas quienes
manejan recursos y fijan las llamadas políticas públicas. Más allá de la
creación de una burocracia rimbombante destinada a la productividad, los
artesanos necesitan aprender, experimentar, comprobar, iniciar y emprender; a
la luz de un asesoramiento vinculante y la dotación oportuna de recursos. Difícil
que en estos tiempos de efervescencia revolucionaria, alguien regrese a mirar
nuestra malhadada productividad.
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